Como en Germania, el primer film de Schonfeld, la provincia de Entre Ríos marca el hábitat rural de una sociedad alemana catalogada como “colonia”, que ha mantenido en gran parte costumbres, tradiciones y festejos oriundos de su tierra originaria. El hecho de que el director sea alemán definitivamente ayuda a que en La Helada Negra podamos descubrir los orígenes y características de los germanos.
La vida cotidiana de los personajes principales, presentada desde el naturalismo, es uno de los pilares más fuertes sobre los que se erige el film. Hablamos de una película marcada por atmósferas y momentos asfixiantes, con planos secuencia que derivan en estadios que generan incertidumbre en el espectador sobre qué puede pasar luego, creando de esta manera tensión.
Ailín Salas interpreta a Alejandra, una extraña que se aparece sorpresivamente en una granja y augura el elemento fantástico de la cura de plagas existentes en las cosechas. A medida que los vecinos van enterándose de esta cualidad de la joven, comienzan a visitar a la chica misteriosa, quien por momentos termina resolviendo los problemas relativos a la cosecha, el trabajo y eventualmente la economía de la región. La sociedad la necesita pero la critica a la vez, creando así una brecha en la personalidad desarraigada de Alejandra, un ser que deambula sin lugar fijo, sin meta, pero con un don.
La Helada Negra no expone simbologías ni explicita a gritos lo que quiere demostrar, lo que constituye un punto muy a su favor: de a poco permite que el espectador sea quien descubra o interprete qué es lo que acontece acorde a su propia mirada. Según Schonfeld, en la trama está muy presente la lucha entre lo pagano y lo religioso, algo que se siente en toda la duración de este extraordinario film de atmósferas.