NADIE VIO EL PADRINO… NI UNA COMEDIA
La protagonista de La heredera de la mafia, interpretada por Toni Collette, le confiesa a su parentela italiana que nunca vio El padrino. Es un buen chiste, porque funciona en el contexto de un personaje absolutamente inexperto que debe hacerse cargo de continuar los negocios de su abuelo capo-mafia recientemente asesinado. Y es buen chiste que se repite varias veces en la película, como aquel otro en el que los personajes escupen cuando escuchan el apellido de la familia enemiga. Son, digamos, dos de los pocos recursos que utiliza con cierta pertinencia humorística esta comedia de Catherine Hardwicke. Pero, además, el de El padrino es un chiste que funciona por fuera de la película: Claramente ninguno de los involucrados en este despropósito vio El padrino; o si la vio, no la entendió.
El subgénero de mafiosos hace años que ha servido como material de base para múltiples sátiras o parodias, por lo que todo chiste que intente una referencia al Corleone de Marlon Brando lucirá un poco avejentado o fuera de época. O tal vez la película intuya que su público potencial se encuentra entre las personas mayores de 70 años. De todos modos avanza, con un proverbial esfuerzo por construir escenas cómicas que la mayoría de las veces no dan en el blanco, y hasta una curiosa recurrencia al gore en un par de crímenes que tal vez invoquen el espíritu de Darío Argento entre tanta italianidad subrayada.
Pero La heredera de la mafia es en el fondo una historia de autosuperación y de ascenso femenino. Cuando la película arranca, la protagonista sufre por la ida de su hijo a la universidad y por un marido bastante inútil que encima le mete los cuernos. A partir de ahí, tomará la invitación de viajar a Italia como una forma de escapar de diversos asuntos e intentar reconstruirse. Y como más o menos le dice esa suerte de consigliere interpretada por Monica Bellucci, “que nunca un hombre vuelva a condicionar una decisión que tomes”. Así que la mujer verá con buenos ojos seguir como capo-mafia alejándose del marido tarado (porque este cine feminista de eslóganes es así de sutil) y de un posible amante algo mentiroso, aunque ni ella ni los guionistas se percaten de que el sueño de ser mafiosa está alimentado en el deseo del abuelo muerto. Entonces La heredera de la mafia se despide mostrando con alegría el ascenso de la protagonista en el mundo criminal, porque claramente nadie vio El padrino ni entendió el sufrimiento de Michael al no poder soltar nunca el mundo criminal. Bueno, tampoco nadie parece haber visto una comedia en su vida, porque el nivel del humor bordea por momentos la vergüenza ajena. Un papelón al que ni siquiera la presencia de Toni Collette puede salvar.