En 2011, el director Miguel Zeballos fue a ver la obra Hécuba y quedó fascinado con la mirada de su responsable, el artista Emilio García Wehbi. Apenas bajó el telón supo que haría una película con él, que con el devenir del tiempo sería “sobre” él. De ese interés salió La herida y el cuchillo, un film que entrevera lo documental, lo ensayístico y la ficción, y en el que se conjugan distintos lenguajes artísticos.
El hilo conductor es una serie de fragmentos de ensayos de una obra García Wehbi. Allí se muestra tanto su manera puntillosa y precisa de trabajar con los actores como la forma en que despliega una concepción del arte como un cruce de múltiples disciplinas. En paralelo hay varias escenas de ficción relacionadas con los tópicos de la obra y una performance donde el cuerpo es la única herramienta de expresión.
Filmado entre 2014 y 2019, y estrenado en una de las secciones paralelas del BAFICI del año pasado, el cuarto largometraje de Zeballos (El desembarco, Un recuerdo borrándose muestra sus últimos destellos, Un continente incendiándose) prescinde de las herramientas narrativas más habituales dentro del documental (cabezas parlantes, archivos de noticieros, leyendas informativas sobre placas negras) para, en cambio, abrazar un tono y formato cercano a la experimentación. El resultado es una película libre y despojada de todo mandato. Un film cuyo único límite, al igual que García Wehbi, son los confines más inexplorados de la imaginación.