La historia de Maria Anna Walburga Ignatia Mozart, llamada también Nannerl o Marianne (1751-1829) tiene su merecido lugar en el cine pues, aparentemente ya lo tiene en la música, pese a haber perdido notoriedad a "manos" de su hermano Wolfgang Amadeus. Se podría decir que, bien desmenuzada, la temática de “La hermana de Mozart” es la discriminación de género a partir de un buen trabajo de guión que llega a buen puerto por la buena construcción del personaje de Leopold Mozart, el padre de los niños prodigio, que recorría algunas cortes de Europa, en el siglo XVIII, mostrando el talento de sus hijos.
La explotación, el nivel de exigencia, la proyección de sus propias frustraciones, la rigidez de la educación, una relación estricta que forzaba el surgimiento del talento en desmedro de la calidad de vida, es lo que el guionista y realizador Renè Fèret pone en evidencia. Una gran ironía, teniendo en cuenta que para esta película también utilizó a sus hijos como parte del elenco.
Lo cierto es que a medida que vamos entendiendo algunos códigos de la época vemos también que no sólo la predilección del padre por Amadeus funcionaba como una forma de cercenar a su hija mayor, sino también la manipulación de instrumentos como el violín, vedado a las mujeres en esa época,
Un mundo hecho por hombres y padecido por las mujeres, parece ser la intención del texto cinematográfico. Realmente funciona. La reconstrucción de época es realmente notoria, al igual que la composición de los set, la decoración y la utilería.
Los diálogos, más cercanos a la dramaturgia en teatro que al guión cinematográfico, aportan tanto por la forma como por el contenido, y si bien por momentos suenan algo ampulosos, el elenco se encarga de darle tintes orgánicos a las palabras.
Como otros estrenos de este año, “La hermana de Mozart” llega a casi cinco años de su estreno comercial, pero bien vale la pena darse una vuelta por el cine.