La hermana de Mozart

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Una bella fantasía mozartiana sobre efectos del sexismo

Paris, 1763. Ante la corte, el pequeño Thomas acaba de ofrecer un hermoso concierto. Cuando se retira junto a sus padres, advierte que está entrando otro niño con otros padres que vienen a exhibirlo, y se detiene sorprendido y perplejo. Es una época de niños prodigio, y el que acaba de entrar no solo toca, sino que también hace algunas demostraciones de habilidad medio circense, y hasta compone pequeñas partituras. Se llama Wolfgang y ya sabemos cómo siguió la historia. Pero, ¿cómo sería si la hermana mayor de Wolfgang hubiera tenido sus mismas oportunidades?

Esa es una de las escenas y planteos más interesantes de "La hermana de Mozart". Hay muchas novelas sobre Maria Anna Mozart, alias Nannerl, y muchas películas sobre él, pero ésta es la única donde los vemos juntos en la infancia. Ella era la mayor, tocaba el clave, el violín, cantaba y también componía. El iba aprendiendo, y la admiraba. Pero la mentalidad de la época imponía ciertas restricciones. Una niña podía lucirse en público, una señorita ya debía restringirse al hogar, y convertirse en señora de alguien. Hermosa y triste, para nosotros, la charla con la madre, cuando nos enteramos de que "ya es señorita". Y que nadie le había avisado nada.

Todo acá está mostrado con calma, con resignación en ciertos rostros, con suave belleza y apacible sugestión. René Feret ha hecho varias películas de época, muy bien ambientadas, pero pocas en ese tono. Realmente parece estar respirando el Siglo XVIII. La fotografía del chileno Benjamin Echazarreta con una iluminación atenta a las fuentes de luz de aquel entonces, la ambientación en Versailles y lugares similares, el vestuario, la música de Marie-Jeanne Serero a la manera en que, según parece, habría compuesto Nannerl, y los rostros de esas criaturas, que parecen copiados de los retratos de museo, son todos elementos atractivos, que realzan los méritos de la obra.

A ello contribuye también una historia medianamente ficticia: el encuentro de la joven con dos hijos del rey Luis XV: la pequeña Louise, alias Chiffe, alejada en la abadía de Fontevreaud, y su hermano mayor, el Delfin, formal y torturado, al que nuestra protagonista debe acceder vestida de hombre. También ellos fueron víctimas del destino, y de la mentalidad de la época. Féret los propone como una especie de espejo invertido, cuya imagen tardamos en deducir. La película entera, nos hace deducir mucho más que una simple denuncia de género, como podría suponerse.