El moto arrebatador, Los dueños, La Hermandad. Es bueno el nivel de las películas tucumanas que cada tanto se estrenan en cines. Con ideas originales y una producción cuidada. En este caso, desde el documental, con esta ópera prima que registra las actividades del último campamento de varones de un colegio público, antes de volverse mixto. Un encuentro que es parte del imaginario tucumano desde hace más de cincuenta años, con sus rituales de iniciación y bautismos de los más pequeños: los chicos de 10 años que ingresan.
Sin narradores ni estructuras que lo dividan, La Hermandad se va construyendo como un relato sobre la masculinidad naciente, en sus rituales y códigos. En la naturaleza, los fogones, los juegos y las canciones típicas de campamento, los chicos protagonistas viven un campamento atípico, porque ha muerto uno de ellos el año anterior y este le está dedicado. Con lo cual, a los mensajes de fraternidad y compañerismo clásicos de este tipo de eventos, se suma aquí el componente del duelo colectivo. Entre pequeños hombres bautizando a niños, casi como estudio de las distintas etapas de ser varón, la película crece en la medida en que lo hace la intensidad de esos vínculos, hasta la despedida. Cuando se termina una convivencia igual de intensa y esos varones, de distintas edades, son capaces de abrazarse y decirse al oído "te quiero mucho".