La prueba
Apartir del registro de una actividad extracurricular que data de largo tiempo en un colegio de Tucumán, el realizador Martín Falci refleja en La hermandad (2019), la construcción de identidades y estereotipos desde la mirada ajena, como así también el ingreso en la adolescencia de los más pequeños.
El instituto educativo Gymnasium, exclusivo hasta hace muy poco para alumnos varones, tiene una tradición, la de elegir en medio de un campamento de varios días al niño que llevará el traje de zorro, emblema de la escuela. Durante esos días de retiro, en donde niños de diez años son guiados por tutores apenas mayores, la identidad de cada uno de los participantes se pone en juego con el contacto físico, las palabras, los dibujos en la piel, los golpes, las caídas, la división de tareas.
Jerarquías y géneros puestos en situación, ese traje de zorro, además, mantendrá en anonimato a quien lleve la prenda, por lo que no se entiende tanta fascinación por ser parte del juego, o sí, porque el pertenecer a un grupo, y más a la edad en la que son convocados, terminará por repercutir, positiva o negativamente, en la construcción de la identidad de los niños. Identidades heteronormadas, se explicitan, a través de actividades, muchas de ellas de riesgo, la configuración del contexto en el que estos niños y jóvenes ingresan al mundo de la adultez, con una impronta masculina que trasciende el cuerpo de cada niño.
¿Qué es lo que se pone en juego de cada participante en cada una de las prendas? Su hombría, porque en la fraternidad no hay que mostrarse débil, y la cámara, hábil y voyeur, nos permite presenciar diálogos en donde los límites de lo aceptable se corren, y en donde los niños, comienzan a ejercer una fuerza en sus cuerpos que tal vez los determine y marque a fuego.
Un niño descompuesto intenta mostrarse fuerte ante su tutor temporal en el campamento cuando es consultado sobre su salud: “estoy bien” dice, y se dobla de dolor de estómago. Allí, en ese instante, y en otros momentos en donde los mayores se preparan poniéndose trajes simil Ku Klux Klan, corriendo por el monte, atravesando a gran velocidad los caminos para no ser apresados, se advierte la decisión de empoderar a estos niños que dejan su infancia y se los prepara para manejarse solos en la vida.
Técnicamente correcta, con algunas tomas aéreas que brindan aire a la intimidad del registro, La hermandad se presenta como un fuerte testimonio acerca del crecimiento, la imposición de roles y la resistencia frente a los embates escolares, con el bullying a flor de piel, resistencia que posibilita la integración entre grupos, más allá de la fuerte impronta identitaria que se revela en cada palabra y cada escena en la que escuchamos a los más grandes dialogando con los niños.