Santos y pecadores
El cine de Marco Bellocchio siempre se caracterizó desde un lugar de resistencia tanto en el empleo del arte en su carácter de modo de expresión como en lo político en relación a las ideas y temáticas abordadas desde sus inicios.
Sus obsesiones concentradas en tres pilares como la familia, el estado y la religión se reiteran a lo largo de una filmografía que comprende más de treinta títulos, siendo Vincere su más reciente trabajo. También se puede rastrear en cada film del realizador italiano (nacido en Piaccenza y educado en el colegio de los salesianos) un personaje que se erige como héroe o paria dentro de los sistemas de poder y con fuertes convicciones de orden moral -o simplemente políticas- que lo llevan a enfrentarse contra las instituciones más sagradas; quizá representante simbólico de un mundo que ya no existe, con valores arrasados por el pragmatismo y la derrota de las utopías del Mayo francés.
La hora de la religión (2002) no se aleja ni un ápice de la poética del director de El diablo en el cuerpo, ni de sus tópicos anteriormente citados, dado que el protagonista Ernesto Picciafuocco (Sergio Catellitto) es un pintor que se entera tardíamente sobre la posible canonización de su asesinada madre como parte de una estrategia familiar que busca ciegamente aprovechar la tragedia para obtener un rédito económico. Para conseguirlo orquesta una suerte de conspiración a fin de convencerlo y persuadirlo de que cambie su condición de ateo y adopte al catolicismo para evitar todo tipo de sospechas, cuando el asesino es nada menos que su propio hermano.
El ateísmo y la tozudez del artista son casi militantes, tan férreos como sus convicciones éticas y su constante lucha personal para no caer en la hipocresía y enseñarle a su hijo un camino de coherencia, signo de la única libertad a la que puede aspirar en una Italia fragmentada y envenenada por la impostura y el capitalismo, que también lucra con la fe.
Así, a fuerza de una gran capacidad de síntesis y un manejo sutil de la ironía, Marco Bellocchio descarga su mirada crítica sobre la religión institucionalizada en la figura de obispos y representantes del Papa que buscan el testimonio de Ernesto y de su hermano Egidio, quien fuera responsable del matricidio y en el presente permanece internado en un hospital psiquiátrico, para construir a la santa sin siquiera conocer la verdadera biografía ni la historia de la mujer.
Esa hora a la que hace referencia el titulo se refiere a la hora de catequesis del colegio donde asiste Leonardo, hijo de Ernesto, con quien mantiene una franca relación padre-hijo y en quien se depositan todas las esperanzas futuras, ya sea convirtiéndolo en el nieto de una santa mártir para el caso de la familia o en un libre pensador, heredero de un legado paterno, en constante rebeldía contra lo instituido.
Decir que este film es anticatólico por su enfoque controvertido no es significativo tratándose de un personaje que defiende frente a todas las hipocresías una fe y conducta que, incluso, pueden conducirlo a la propia destrucción; al propio fracaso existencial como persona y padre, por sobre todas las cosas. Por eso, no resultaría exagerado encontrar en esta bella obra una importante marca de espiritualidad, algo que desde la fuerza de las imágenes y la tensión dramática, expuesta por una labor actoral impresionante de Sergio Castellito, no hace otra cosa que contagiar a un espectador pasivo que frente a un cine de tanta calidad no podrá resistirse.