Los humoristas italianos Ficarra y Picone no enganchan con un buen texto para la película con crítica política.
La hora del cambio no parece un título casual en la Argentina para la comedia italiana L’ora legale (sería “la hora oficial”). Se parece en el fondo al discurso que llevó a Macri a la presidencia, con el eslogan “cambiamento” y hasta colando un “sí se puede” recitado casi imperceptiblemente en medio de la historia.
En el caso de la comedia italiana, el que gana una alcaldía de Sicilia cumple a rajatabla sus promesas de campaña: y eso desconcierta a todo un pueblo que no está acostumbrado a que las cosas se hagan bien. Patané, el alcalde en funciones que quiere su reelección, tiene como eslogan de campaña “Vote a Patané, no pregunte por qué”.
El juego de La hora del cambio es tan interesante como el de La invención de la mentira, un filme que planteaba una sociedad en la que nadie mentía. Pero mientras aquella película de Ricky Gervais tenía una hora gloriosa y después se desvanecía, aquí se derrumba tras sonreír al leer la sinopsis.
Todo es predecible y, por cierto, eso hace perder su eficacia humorística desde el comienzo: las idas y vueltas morales de los protagonistas (los centrales son los humoristas italianos Ficarra y Picone, además directores), la honestidad brutal del candidato (Vincenzo Amato), el comportamiento del pueblo frente a la corrupción o a la ausencia de ella.
Es curioso el paisaje descripto de esa ciudad italiana de Pietrammare, que aunque exagerado podría ser reconocible en algunos lugares latinoamericanos: calles con baches pronunciados, tránsito entorpecido, gente que estaciona en cualquier lado o tira la basura a cualquier hora, que acostumbra a abusar de los amiguismos para conseguir beneficios del estado en lugar de ir por la vía legal, y un largo etcétera.
Está claro que en el fondo, los discursos pueden ser bonitos para convencer en época de elecciones, pero la clave es saber cuánto están dispuestos a hacer los políticos... y el pueblo. “Disculpen, pero nunca se vio que un político cumpla lo que dice en campaña electoral”, confiesa un pietrammarense.
“Ciudadanos de Pietrammare, ustedes que querían el cambio... ¿Están dispuestos a cambiar?”. Ahí radica la clave de toda la apuesta divertida de Ficarra y Picone, quienes a pesar de ser comediantes populares ni siquiera se lucen actoralmente... y parecen entusiasmados en gritar mucho y decir pocas cosas inteligentes.
El mundo de esa política de pueblo daba para mucho más, también la idea que da origen al filme, pero equivocaron el camino al mostrar un pueblo que no tiene sus matices, con funcionarios también caricaturizados que los alejan de la realidad (y por eso, dejan de resultar graciosos).
Parecía una idea saludable porque partía de un universo sencillamente reconocible, pero llevado al absurdo pierde toda eficacia.