La Nueva Política.
En el pequeño pueblo siciliano de Pietrammare se acercan las elecciones para alcalde; el histórico Gaetano Patanè se prepara para ganar una vez más sin mucho esfuerzo ni honestidad. Pero después de tantos años, la corrupción y la ineficiencia del alcalde es demasiado para los habitantes del pueblo, que se deciden en masa a votar por el opositor Pierpaolo Natoli, un honesto profesor sin experiencia política aunque lleno de ideales que hace campaña prometiendo honestidad y apego a las reglas.
Sus dos cuñados son socios en un pequeño bar frente a la municipalidad y ocupan su tiempo libre participando en la campaña, aunque uno para cada bando. Mientras uno de ellos comparte de corazón los valores rectos del nuevo candidato, el otro es un oportunista al que le alcanza la promesa de un permiso municipal (para ampliar el bar) para recorrer la ciudad alentando al histórico alcalde por un megáfono.
Llegado el día de las elecciones, y ayudado por un último escándalo que termina de agotar la paciencia del pueblo, Pierpaolo gana e inmediatamente se dedica a cumplir cada una de sus promesas de campaña, dando inicio a una nueva era política llena de legalidad y respeto por las reglas, algo para la que el resto del pueblo no parecía estar tan preparado como creían: nadie esperaba que fuera a tomarse tan en serio lo de la honestidad.
Casi como en casa:
Con una idiosincrasia que es fácil sentir casi local, en el ficticio pueblo siciliano donde ocurre la historia se plantea una pregunta bastante subestimada: ¿Que pasaría si, de un día para otro, hay que empezar a cumplir todas las reglas y ya no puede echarse la culpa a nadie más de los problemas? Hasta para el más recto de los cuñados el desafío se vuelve muy difícil de sostener, y cuando los votantes descubren con horror que el nuevo alcalde planea seguir cumpliendo con sus promesas de campaña, comienzan a organizarse para conseguir su renuncia.
La premisa de la historia es simple y la propuesta artística aún más, ni en lo visual o lo narrativo tiene pretensiones de profundidad sino que apunta directamente a producir situaciones absurdas casi sin respiro, por lo que todo lo interesante de La Hora del Cambio cae en hombros de los diálogos ágiles entre personajes ridículos que representan los distintos arquetipos de un pueblo en el que el único que parece no tener ningún muerto en el placard es el alcalde recién electo. Es una comedia italiana, con todo lo que eso implica. Y cumple muy bien con lo que se propone.
Conclusión:
El humor propuesto por La Hora del Cambio es liviano y hasta algo chato, pero la agilidad con la que avanza lo hace muy efectivo y termina cumpliendo con la función de toda comedia: hacer reír.