El Terror con la soga al cuello
Lamentablemente decimos esto más a menudo de lo que quisiéramos, casi copiando la polémica frase del Sr. Luis Barrionuevo: Tenemos que dejar de hacer películas de terror cámara en mano por 10 años. Si, reconozco que es una pésima forma de empezar la crítica de una película de Terror… pero sino, el que calla otorga.
Desde El proyecto Blair Witch (The Blairwitch Proyect, 1999) en adelante el terror empujó hacia el mainstream un subgénero que desde hace tiempo viene dando señales alarmantes de agotamiento. Y en medio de todo esto llegó La horca (The Gallows, 2015) para darle otro empujoncito sobre el borde del precipicio.
Un grupo de estudiantes de teatro de un colegio secundario ponen en cartel una obra en la que 20 años atrás un alumno perdió la vida misteriosamente, y alguien tiene la revolucionaria idea de filmarlo todo. Como ya estarán sospechando, hechos misteriosos comienzan a tener lugar en torno a la obra cuando dos chicos y dos chicas quedan atrapados en el colegio.
Un par de curiosidades atentan contra nuestra suspensión voluntaria de la incredulidad –o “Suspension of Desbelief” como le dicen en inglés- y son difíciles de seguir ignorando en el año 2015: celulares que se quedan sin señal, cámaras digitales con problemas de reproducción dignos de la era del VHS y personajes que explican todo mediante diálogos. Es muy difícil como espectadores del Siglo XXI que somos hacer la vista gorda a este tipo de tropos en pos de permitirnos disfrutar lo que nos ponen en pantalla.
La dupla Travis Cluff-Chris Lofing consiguió cubrir los costos de producción casi en su totalidad con aportes de amigos y conocidos, lo que explicaría un par de cosas. Este es su primer largometraje y antes que esto sólo tenían un par de cortos en su haber. El arreglo de distribución con Warner Bros. llegó después, así como la manito de los productores de Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007) La noche del demonio (Insidious, 2010), que parecería que solo prestaron su “chapa” en esta ocasión.
Hay que reconocer que en los cortos 75 minutos que dura la película, la cuestión se mantiene bastante digna casi hasta el final. Pero en los últimos 15’ todos los clichés que se puedan llegar a imaginar comienzan a apilarse unos sobre otros. La lógica planteada hasta este punto –sin necesidad de ponernos a detallar punto por punto- comienza a contradecirse para favorecer los sustos fáciles y las resoluciones de manual que el subgénero ofrece. Lo que comienza como un found footage que intenta construir un nuevo mito urbano-cinéfilo, como ser el Hombre de la bolsa o La Llorona, adquiere involuntariamente y de forma atropellada tintes de slasher que terminan enrareciéndolo todo.
Por suerte todo termina antes de que podamos plantearnos seriamente qué acabamos de ver, o antes de que tengamos ganas nosotros mismos de atar una soga a la viga del techo.