Cuando la lógica queda arrinconada
Es posible acercarse a La horca con ciertas expectativas: una película de terror de bajo presupuesto, sin estrellas, que fue tomada para su distribución por Warner Bros. Quizá, tal vez, a lo mejor, haya algo original o atractivo aquí.
Empieza la película y otra vez estamos ante un film de terror con cámaras diegéticas (es decir, las imágenes que vemos son las que algún personaje registra). Graban en video, graban en el teléfono, graban porque tienen que grabar y también porque necesitan la luz de los dispositivos y ya que están graban (¿?). No importa que hayamos visto muchas películas con este recurso, siempre se puede aspirar a hacerlo bien, con consistencia. Pero no: en La horca el planteo se va forzando hasta llegar a un final en con la lógica arrinconada, averiada, tanto la de las camaritas como la de las situaciones (teléfonos que andan a veces sí y a veces no, para empezar).
La horca parte de una muerte en una obra de teatro escolar. Y veinte años después en el mismo colegio se prepara la misma obra. Y la escuela de noche, y puertas que se cierran: un argumento con reminiscencias de Scooby-Doo que por momentos hace sistema, hasta que la coherencia se pulveriza, y se apela a explicaciones que se permiten atajos fáciles y todoterreno que no vamos a revelar aquí, pero que terminan de arruinar lo que prometía la media hora inicial, en la que, sin apelar a susto alguno, los dos directores parecían haber montado un relato ingenioso.
Con el correr de los minutos, el ingenio se erosiona y empiezan a dominar el abuso del encuadre y de la luz pegados al punto de vista de los personajes, que "descubren" una y otra vez espacios potencialmente macabros para generar tensión, sensación física y emocional que, al no ser alimentada con coherencia, termina mutando en tedio y fastidio.