Una de esas que provocan a saltar de la butaca
Con actores y directores debutantes, La horca es otra película cámara en mano y orientación juvenil.
El 29 de octubre de 1993, a las 8.49 de la noche, se desarrollaba una obra de teatro colegial, cuando actor protagonista, Charlie Grimball se convirtió en víctima de un accidente fatal.
Veinte años más tarde, la misma obra se vuelve a representar en el colegio, después de superar el tabú de la muerte de aquel estudiante que ni siquiera había elegido su papel.
Adolescentes, curiosos, los nuevos intérpretes de la obra deciden visitar a escondidas , durante la noche y cámara, el teatro donde se produjo aquel suceso. Es entonces cuando les llega el turno de vivir una tragedia propia.
"En toda escuela habita un espíritu, un secreto... ¡un drama!", vinieron advirtiendo las promociones de la película La Horca, que llegó entre los recientes estrenos de la cartelera bahiense, con sello de Warner Bros. Latinoamérica y de los productores de La noche del demonio y Actividad paranormal y, con toda seguridad, arrastrada a los cines comerciales en el convoy de alguno de los grandes tanques a la temporada.
De estilo narrativo reiterativo -cámara digital en mano- está claramente dirigida al público adolescente a juvenil, con ganas de compartir baldes de pochoclos, sustos para el salto y gritos en la sala de cine.
El programa no es reprochable, aunque poco se puede aportar a favor de una película que parece salida de una cadena de producción en serie desde que Proyecto Blair Witch enfocó la cámara desde el espectador.
Efecto, produce. Claro, hay que ir dispuestos a la tensión por la tensión pura, sin ánimo de llevarse un título para coleccionar en los anaqueles de los grandes clásicos.