Travis Cluff y Chris Lofing imaginan en “La Horca” (USA, 2015) la vida de un grupo de adolescentes en los días previos al estreno de la obra que da el nombre al filme y que 20 años atrás, en una representación, tuvo un final inesperado para un joven llamado Charlie.
Pfeifer, una popular chica del colegio, llevará adelante con el profesor XX la nueva puesta, obsesionándose casi hasta puntos increíbles y queriendo recrearla casi a la perfección. Para ella esta obra no es una actividad estudiantil más, es la posibilidad de mostrarle a sus amigos que ella y los demás protagonistas pueden hacer un producto digno a pesar de las limitaciones de sus compañeros.
Justamente, esas limitaciones se encarnarán en Reese (Reese Mishler), un joven deportista, que enamorado secretamente de Pfeifer (Pfeifer Brown), decidirá tomar el papel protagónico para ver si de esa manera, con la trágica historia de amor que culmina con August, su papel, en la horca, quizás tenga una posibilidad de conquistarla.
Pero Reese no está solo, sus amigos, principalmente Ryan (Ryan Shoos), que registra todo el tiempo todo en cámara, lo acompañará en esta aventura de ser actor por un día, y apoyarlo en su tarea, ya que muchos no desean que lo haga y mucho menos el padre de Reese que hasta el último momento desea impedirle la participación.
Cuando deciden ir al colegio para arruinar el estreno, luego que Ryan es burlado por uno de los asistentes del profesor, inexplicablemente quedarán encerrados en el lugar siendo acosados por algo o alguien quien jugará con ellos hasta niveles insospechados y llevándolos al límite de la tensión y el miedo.
Cluff y Lofing toman de la reciente producción cinematográfica del género todos los lugares comunes habidos y por haber y explota el recurso de la cámara en mano y la imagen mediatizada para potenciar una historia que a pocos minutos de planteado el conflicto termina sin convencer.
Las pésimas actuaciones del elenco protagónico, inexperto, por mencionar por ejemplo sólo a Pfeifer que salió del Got’s Talent de USA, sumado a la exageración de sus llantos, gritos y demás, hacen que cualquier situación planteada termine generando más risa que otra cosa.
“La horca” tenía un planteo interesante, y una premisa con la que podría haber generado alguna situación más efectiva de terror. Pero no, el guión cae en lugares comunes de los que no puede volver, y si bien el trabajo sobre el fuera de campo es correcto, se vacía la posibilidad de sumar tensión cuando el efectismo es más grande que la sugestión.
Hay un trabajo interesante con el color, siendo el rojo aquel que predomina en la oscuridad y en momento clave de cierta resolución necesaria de algunos planteos, pero cuando ya casi está todo por finalizar se resuelve todo tan rápidamente que ni siquiera la utilización del escenario como recurso narrativo, dotándolo de una entidad casi tan importante como la de los papeles protagónicos, sirve para terminar de convencer con una propuesta que atrasa hasta los tiempos ya lejanos de “La bruja de Blair Witch”.