– ¿Qué tenemos que hacer todos un día?
– Morir.
– Díganlo de nuevo.
– Morir.
Ya el inicio de La huella de Tara nos invita a un ritmo más parsimonioso en comparación con el que estamos acostumbrados. Un plano general de una selva, estático durante unos treinta segundos, inaugura una historia relatada con suma delicadeza. Iremos cayendo en cuenta paulatinamente de que, en promedio, los planos tienen una duración de más de veinte segundos. En medio de los casi ochenta y cinco planos que tiene la película, hay tres centrales que detallaremos posteriormente.
Ahora, ¿en qué nos puede ayudar esta medición? A entender que la búsqueda técnica y narrativa de la obra, es similar al estado de equilibrio referido en la clase sobre las enseñanzas de Buda en la comunidad de Yuksom, en el noreste de India. Hay movimientos de cámara muy puntuales, pero como una muestra de que la quietud pretendida trae consigo algo de imprevisión.
Poco a poco, van apareciendo movimientos leves de la imagen. Esto ocurre a partir de una conversación. En ella, nos delatan la relevancia de la juventud y las mujeres en las ferias que se celebran en la localidad.
Si se olvidan de la letra, al menos pueden sonreír
Si existe la duda de estar frente a una ficción o un documental, la relevancia de esta pregunta se diluye en la escena familiar donde ven la televisión. La cámara está en el lugar de la pantalla televisiva. Cuando el hijo cambia el canal para ver una de acción en vez del documental que veían antes, dice: “el otro día estaban pasando esta misma película”. Estamos entonces frente a una ambigüedad en cuanto al formato, y ante un equilibrio existencial que busca cuestionar la masculinidad tan palpable en la educación budista. Los escasos movimientos de cámara se dan cuando aparece una mujer en escena. Además, hay un contraste en cómo es asociada tanto la mujer (bonita) con respecto al hombre (piedra) en esta formación emprendida por los personajes más jóvenes.
Hay varios momentos donde la naturaleza está omnipresente como el ambiente central de la película. Escenas como la conversación entre padre e hijo frente a la fogata que se va apagando y donde hablan sobre los rituales celebrados a los difuntos; o los varios planos donde la naturaleza y la música conviven; dan cuenta del ritmo que busca Georgina Barreiro con su segunda película. Se trata de la certeza de la huella que da nombre a la obra. Otra escena central es la conversación de política entre varios amigos donde reconocen que el budismo lo sustenta el gobierno con medidas para mantener la creencia viva.
Así como la película abre con el plano de humaredas controladas en medio de la selva, de las cuales ignoramos si son pequeños incendios o fogatas, llega a dos imágenes finales. Primero, tales humaredas son parte del ritual a los difuntos. Segundo, el entendimiento de que la huella de Tara es más que la forma de un lago. Es un estilo de vida comunitario que abarca el canto, el baile, la religión y la idea de que “los ciudadanos están por encima de los gobernantes”, aunque para los propios ciudadanos no lo parezca por momentos.