Sobre el otro oficio del Che, para curiosos
Jorge Denti es un documentalista político veterano de la agitación setentista, la revolución sandinista, la evolución de los argenmex y otras experiencias vividas en carne propia. A señalar especialmente, "Malvinas, historia de traiciones", 1983, con la perspectiva de obreros argentinos e ingleses respecto a la guerra. Lo que vemos ahora abre camino a un aspecto inhabitual en las biografías y hagiografías del Che Guevara: su labor específica como médico. Así hablan a cámara el hermano menor, los amigos y compañeros de viaje doctores Alberto Granado y Carlos Ferrer, los colegas Oscar Valdovinos, que supo de su interés por trabajar en la United Fruit, Federico Bresani, León Bessudo, que lo condujo al Popocatepetl, en cuya cumbre Guevara desplegó la bandera argentina, Myrna Torres, amiga del primer matrimonio, la periodista y biógrafa Julia Chiquita Constenla, y, entre otros, también sus compañeros del Gramma con quienes iba al gimnasio y el campo de tiro.
Junto a esos testimonios, surgen además las cartas a la tía, la madre y la amiga Bertita Infante, leídas por Emmanuel Lover con un timbre similar al de Guevara joven. De este modo se va hilvanando su paso fugaz por el Instituto Pisani de Investigaciones Alérgicas, el leprosario de San Pablo, Perú, el Hospital Central y el Infantil de México, su idea de hacer un libro de medicina social, la publicación de un artículo sobre alergias en una revista especializada, pero también su reticencia a trabajar de médico en una mina de Bolivia o en el servicio público de Guatemala, aun cuando en ese momento dichos países estaban en efervescencia revolucionaria. "El rastrero procedimiento de revalidar el título", menciona en una carta como razón para una rápida renuncia. La película no investiga en archivos de personal, y es probable que no los haya, para saber cuánto tiempo estuvo exactamente en cada puesto. Tampoco alude a su trabajo de enfermero en la desaparecida Flota Mercante del Estado, cuando todavía era estudiante. Pero refresca con detenimiento y parsimonia su evolución ideológica, y de paso agrega datos poco mencionados, como su amistad con el poeta León Felipe, el gusto por recorrer ruinas arqueológicas, la protección del embajador en Guatemala Nicasio Sánchez Toranzo, o el trabajo de sereno (velador dicen los mexicanos) que le dio don Arnaldo Orfila, luego cofundador del Fondo de Cultura Económica. En estos detalles se pierde un poco, y en la historia de siempre se embelesa, pero igual abre un nuevo campo de investigación para los interesados.