Pantano pretencioso
A veces resulta difícil animarse a decir que una película es lenta. Se trata de un término que puede sonar o resultar “vulgar” para describir los tiempos y las secuencias a las cuales un determinado público no está acostumbrado y, por lo tanto, suele ser subestimado como argumento. Pues bien, en este caso se trata de una película lenta. No es necesario plantear o buscarle otro tipo de explicación, los “cortos” 82 minutos le quedan demasiado largos para lo que cuenta episódicamente, fragmentado por un -también lento- fundido a negro.
La historia tiene en su centro a Elías, un muchacho treintañero que vive en el litoral (las referencias geográficas no son, en un acierto, demasiado claras) y ha matado a otro hombre, logrando escapar malherido. Cuando retorna a su lugar de origen decide reconstruir su vida pero, progresivamente, encontrará que es imposible escapar del pasado y estará nuevamente perdido en un punto de inflexión, entre la violencia, el alcohol y el desamor. De alguna forma, la bruma y la idea general del río acompañan esta idea, una metáfora visual que recorre toda la película.
Sin embargo, esta búsqueda poética entre el espacio y el mundo interno del protagonista está lejos de resultar novedosa y sus tiempos no pueden asociarse a una búsqueda en todos los casos. Algunos segmentos resultan irrelevantes y por momentos el guión amenaza con sembrar males dirigidos hacia el protagonista, en una sumatoria que sólo los tiempos y las distensiones a las que nos somete el director pueden naturalizar en su conjunto. Por otro lado, algunos encuadres elogiables demuestran la capacidad del realizador para capturar en el paisaje el conflicto interno del protagonista, pero por largos minutos también nos encontramos con que estos mismos encuadres resultan redundantes una vez logra captarse el germen de la idea. Pero no todos son desaciertos: el clima tenue del film acompaña la idea general con una solidez que cierra conceptualmente el conflicto de Elías con la oscuridad de un cuento de Horacio Quiroga, una cuestión que se saborea mejor una vez se piensa la película en su conjunto más allá de sus irregularidades y las semejanzas que puede tener con, por ejemplo, el cine de Lisandro Alonso.