Se estrenó en salas “LA HUÉRFANA: EL ORIGEN”, un thriller psicológico con tintes de ‘slasher’, que busca la forma de dejarnos atónitos.
La historia se remonta al año 2007 en Estonia, en que Leena Klammer (Isabelle Fuhrman), una psicópata de aspecto inocente e infantil, se escapa de la institución mental donde se hallaba recluida. Tiene una enfermedad hormonal que la hace parecer una niña. A sabiendas de esto, consigue recursos, aprovechándose de los adultos que la rodean. Esto llega a un extremo cuando decide hacerse pasar por una niña que desapareció en 2003, Esther Albright, estadounidense y perteneciente a una familia adinerada. Su identidad es cuestionada ante ciertas situaciones, pero la protección surge del lugar menos esperado. ¿Se librará la familia Albright de esta impostora de una vez por todas?
Para empezar, podemos decir que la cinta es interesante, curiosa, juega con lo inesperado y la sorpresa. El guion lamentablemente tiende a tomarse demasiadas concesiones, pero fuera de eso forja un film adecuado para el presupuesto.
La actuación de Fuhrman es buena, creíble y versátil, encontrando lugar tanto para la vulnerabilidad falsificada, como para la ferocidad de sus asesinatos, y hallando cohesión entre ambos extremos. Por otro lado, Julia Stiles hace un buen papel como mamá (de la familia Albright), aunque tiene algunos momentos más forzados que otros.
La fotografía nos mantiene al borde del asiento en varias ocasiones donde es necesario recuperar el interés por lo que pasa, que por momentos se torna soporífero. Junto con el ritmo adquirido durante la edición, atrae y disipa los contrastes que se van generando.
Uno de los aspectos más destacables es el giro que la trama posee aproximadamente por la mitad de la película. Es indiscutiblemente lo mejor de ella, pero los demás momentos se quedan atrás en lo que respecta a interés narrativo.
También podemos señalar una dirección de arte ambiciosa, en donde toman relevancia las pinturas, el dibujo, el entorno de los personajes que no sospechan nada, versus el de aquellos que saben todo. Se halla la forma de mostrar belleza en medio de la violencia, incluso hasta el punto de hacer que empaticemos con la farsante.
Sorpresivamente, además, se critican (acertadamente) aquellas conductas sociales de las familias adineradas y la marginalización de miembros que estén deprimidos o sufriendo, perpetuando estigmas sobre el tratamiento de la salud mental.
Es una interesante propuesta, armada muy inteligentemente. Los efectos visuales lindan con lo aceptable, aunque algunas imágenes del final son poco creíbles.
¡Buen plan para el fin de semana y llevarse un par de sustos violentos!
Por Carole Sang