Llegó a las salas “Los espíritus de la Isla” (Banshees of Inisherin), una comedia dramática escrita y dirigida por Martin McDonagh que, con nada menos que 9 nominaciones al premio de la Academia, promete mucho. ¿Cumple? Se cuenta la historia de Pádraic (Colin Farrell), un campesino de Inisherin, una remota isla irlandesa, y el fin de su amistad con Colm (Brendan Gleeson), que es un violinista y compositor que disfruta de animar con música a sus compatriotas al final de cada día de trabajo. El músico, un día cualquiera, simplemente deja de hablarle a su amigo, y ya no quiere pasar más tiempo con él. La letrada hermana del primero, llamada Siobhan (Kerry Condon), mientras tanto, intenta encontrar su lugar en un lugar inhóspito para un carácter curioso como el suyo. Todo esto es ambientado en 1923, durante una guerra que se escucha de lejos. Lo primero que podemos destacar del film es la certeza de la comunicación en todas sus formas: las decisiones tomadas apuntan todas eficientemente a un mismo objetivo y mensaje. Un análisis más profundo permite entender el trasfondo y lo oculto en la repentina enemistad de Colm. Se tratan temas como la mortalidad, la lealtad, la piedad y la culpa, todos de una manera sumamente ingeniosa y que escala muy de a poco… adquiriendo, por momentos, cierta lentitud que no siempre enriquece a la pieza audiovisual. Es muy interesante la forma que tiene el guion de mostrar ciertos paralelismos entre la situación que viven Colm y Pádraic, y la guerra que ocurre no tan lejos de ellos. Secundariamente, podríamos decir que las actuaciones, junto con el casting, son lo mejor del film. Farrell logra convertirse en un simple y entrañable solitario, y Gleeson en un tajante y taciturno jubilado. Son destacables también las performances de quien es la hermana de Pádraic (Condon) y de Dominic (Barry Keoghan), un joven del pueblo conocido por sus pocas luces y ser hijo del jefe de Policía; ambos se encuentran nominados para los Premios de la Academia a Mejores Actor y Actriz de reparto. Las decisiones técnicas y estéticas que definen lo visual y auditivo resultan muy bien, dejando ver un lugar grisáceo, monótono y chato, con un leve grado de pintoresco para mantener el interés del espectador a flote. Las imágenes de los paisajes naturales son imponentes, insuperables. Los efectos especiales cobran cada vez más importancia, a medida que la cinta avanza y las intenciones de los personajes se agravan. Tanto el vestuario como el maquillaje son muy efectivos, junto con la dirección artística, a la hora de ubicarnos en tiempo y espacio. Por último, es necesario aclarar que el humor que se maneja no es para cualquiera. Incluso se podría decir que, por momentos, la trama adquiere más características dramáticas que comédicas, armándose así chistes íntimos e irónicos, muy cercanos al público - o distantes, dependiendo de cómo aterricen en cada persona. Personalmente, debo decir que la película es muy buena, pero no es de mi gusto - en mí, aquellos chistes quedaron distantes, y ese humor tan ácido no encendió mi interés. Si, por el contrario, aquella impronta es de tu agrado, mi recomendación es que la veas en el cine, para aprovechar al máximo la exquisita fotografía, pero solamente si conocés al director y su tan definido estilo. Por Carole Sang
Hoy se estrenó la esperadísima secuela de uno de los films más taquilleros de la historia del cine en todo el mundo: “Avatar 2: el Camino del Agua”, dirigida y co-escrita por James Cameron, y nos sumergimos una vez más en el mundo de Pandora. Jake Sully (Sam Worthington) sigue liderando al clan Omaticaya de los Na’Vi, junto con la gran cazadora, su esposa, Neytiri (Zoe Saldaña). Ha pasado cierto tiempo desde la última batalla con los humanos, y su familia se ha agrandado, dando paso a nuevos aprendizajes y retos, pero ninguno como el que un día les llega: la Gente del Cielo vuelve, y con ellos sus naves, armas, robots y codicia sin fin, más fuertes, sagaces y hábiles que nunca. Entre los atacantes, se encuentra un viejo enemigo de Jake, que tiene cuentas pendientes con él. Sully debe encontrar la forma de proteger a los Na’Vi, y, especialmente a su familia, de la sumisión, y para eso, es necesario decidir si escapar o luchar hasta el final. ¿Cuánto costará vencer a la Gente del Cielo? ¿Podrán Jake y Neytiri pagar el precio? Esta superproducción, sumada a su antecesora, “Avatar” (2009), sube el estándar en lo que es estética, efectos, CGI, y la combinación de todo esto para armar algo inolvidable. La actuación, al reseñarse, casi no puede separarse de todo lo técnico, porque se sabe que los actores, para grabar sus escenas, realizan sus performances en un estudio vacío, lleno de paneles azules. No hay nada en el mercado del entretenimiento que logre integrar tan fluidamente el arte de los intérpretes con tan exquisita parafernalia de recursos tecnológicos. La posproducción, responsable absoluta de esta integración, convierte objetos sueltos, no solo en un “todo”, sino en una bellísima experiencia multisensorial para el espectador. Dejando de lado la excelencia de la técnica, las performances de los y las intérpretes, aunque algo apuradas por la dirección, son, en general, muy memorables. Destacamos, sobre todo, las de Sigourney Weaver (“Kiri”), Kate Winslet (“Ronal”) y Stephen Lang (“Quaritch”). A medida que se expande el Universo de esta historia, la importancia de los personajes de Worthington y Saldaña decrece, sin extinguirse, pero dejando lugar para el crecimiento de otras presencias - eso es algo lindo de ver. Pero… al cobrar relevancia el concepto de la familia, más que solo personalidades individuales, se necesita más tiempo para contar la experiencia de todos. La ambición rompe el saco: esto termina apurando el desarrollo de la trama y, por momentos, entorpece el entendimiento de todo lo que sucede (que es mucho). Apurándolo, y todo… el film dura casi 3 horas. Por otro lado, “Avatar 2: el Camino del Agua”, con tantas expectativas detrás, tiene el deber de conectar la primera película con toda una historia más grande. Así, se construye gradualmente, y los personajes tienen más matices, sin ser simplemente “buenos” o “malos”. La trama y el guion no son infalibles, lamentablemente, y el espectador puede (o no) perderse en pequeños detalles que no son aclarados, o lo suficientemente profundizados. Sin embargo, se nota una espectacular habilidad para conectarla con el resto de la saga “Avatar”, que ya tiene planeados 3 estrenos más. Para finalizar, hay que aclarar que la belleza de la temática del film, relacionada con el agua, los seres submarinos de Pandora, etcétera, son increíbles. El diseño y la animación de todo el escenario en que se encuentran los personajes dejan boquiabierto hasta al más escéptico. Las texturas son casi palpables, la música es perfecta y la ambientación fluye naturalmente; la creatividad presente en este film abruma de tan bella que es, y la frutilla del postre es que hasta la creación de nuevos personajes está combinada con buena asesoría científica (en la adaptación de la anatomía de los cuerpos en base al ambiente en donde crecen). No tiene fallas. Personalmente, vi esta película en 4D. Más allá de que es una excelente experiencia, lo principal es verla en el cine, ya sea en 2D, 3D, 4D... La belleza está en las texturas, los paisajes, y las inmensidades. ¡A aprovechar! Recomendada con mucho entusiasmo para ver en estas fiestas. Por Carole Sang
Se estrenó en salas “LA HUÉRFANA: EL ORIGEN”, un thriller psicológico con tintes de ‘slasher’, que busca la forma de dejarnos atónitos. La historia se remonta al año 2007 en Estonia, en que Leena Klammer (Isabelle Fuhrman), una psicópata de aspecto inocente e infantil, se escapa de la institución mental donde se hallaba recluida. Tiene una enfermedad hormonal que la hace parecer una niña. A sabiendas de esto, consigue recursos, aprovechándose de los adultos que la rodean. Esto llega a un extremo cuando decide hacerse pasar por una niña que desapareció en 2003, Esther Albright, estadounidense y perteneciente a una familia adinerada. Su identidad es cuestionada ante ciertas situaciones, pero la protección surge del lugar menos esperado. ¿Se librará la familia Albright de esta impostora de una vez por todas? Para empezar, podemos decir que la cinta es interesante, curiosa, juega con lo inesperado y la sorpresa. El guion lamentablemente tiende a tomarse demasiadas concesiones, pero fuera de eso forja un film adecuado para el presupuesto. La actuación de Fuhrman es buena, creíble y versátil, encontrando lugar tanto para la vulnerabilidad falsificada, como para la ferocidad de sus asesinatos, y hallando cohesión entre ambos extremos. Por otro lado, Julia Stiles hace un buen papel como mamá (de la familia Albright), aunque tiene algunos momentos más forzados que otros. La fotografía nos mantiene al borde del asiento en varias ocasiones donde es necesario recuperar el interés por lo que pasa, que por momentos se torna soporífero. Junto con el ritmo adquirido durante la edición, atrae y disipa los contrastes que se van generando. Uno de los aspectos más destacables es el giro que la trama posee aproximadamente por la mitad de la película. Es indiscutiblemente lo mejor de ella, pero los demás momentos se quedan atrás en lo que respecta a interés narrativo. También podemos señalar una dirección de arte ambiciosa, en donde toman relevancia las pinturas, el dibujo, el entorno de los personajes que no sospechan nada, versus el de aquellos que saben todo. Se halla la forma de mostrar belleza en medio de la violencia, incluso hasta el punto de hacer que empaticemos con la farsante. Sorpresivamente, además, se critican (acertadamente) aquellas conductas sociales de las familias adineradas y la marginalización de miembros que estén deprimidos o sufriendo, perpetuando estigmas sobre el tratamiento de la salud mental. Es una interesante propuesta, armada muy inteligentemente. Los efectos visuales lindan con lo aceptable, aunque algunas imágenes del final son poco creíbles. ¡Buen plan para el fin de semana y llevarse un par de sustos violentos! Por Carole Sang
Se estrenó en cines “Buena suerte, Leo Grande”, una comedia dramática con tintes eróticos, protagonizada por la inigualable actriz británica Emma Thompson. Nancy Stokes (Thompson) es una ex-maestra viuda que quiere probar cosas nuevas en la intimidad, y para eso contrata la compañía de Leo Grande (Daryl McCormack), un hombre joven muy discreto que es trabajador sexual. Nancy confiesa no haber tenido sexo con otra persona aparte de su difunto marido, y además, que nunca experimentó un orgasmo. Esto, lejos de escandalizar a Leo, ayuda a que haya confianza, sanación de mandatos generacionales, y, también (¿por qué no?) un poco de diversión y placer desinhibido, bien merecidos. La dirección, por parte de Sophie Hyde, centra su atención en la experiencia sensorial femenina ante cualquier nivel de intimidad. Las imágenes no son tan elaboradas, pero se juega con los ángulos y texturas de manera que nos mantiene atentos. Muestra a los cuerpos como tejido vivo, con texturas y formas que pueden ser irregulares. También hay foco en las inseguridades de los personajes, especialmente Nancy, una mujer criada de forma muy tradicional, en donde llamar la atención sexualmente o salirse de los estándares no estaba bien visto. El vestuario hace un buen trabajo al ir descontracturando a la maestra a medida que explora su propio placer con total vulnerabilidad. Por otro lado, Thompson lleva adelante una admirable interpretación, cercana al público. Su personaje evoluciona, aprende, se deja sorprender por lo que pasa ante las premisas - algo predecibles, pero sin dejar de ser interesantes - e inicia un proceso de autoconocimiento, no solo sexual sino también emocional. Se cierne sobre este film un halo de confianza con el público, como compartiéndole un secreto: nos vuelve cómplices de algo hermoso. McCormack es un estupendo compañero, muy agradable a la vista y a los oídos, brindando estructura a la deconstrucción algo caótica de su cliente. La forma de encarar la sexualidad y el placer femeninos es sutil y generosa. La directora no se priva de nada en esta película y, al ofrecer una estructura simple, aparenta serlo, pero tiene muchas capas. No sólo se nota la cercanía y espectacular química entre los actores, sino que también se sabe que ambos tuvieron mucho que resolver a nivel personal para ejercer sus papeles y brindar justicia a sus personajes. La historia no se trata solo de Nancy y Leo. Todas las “Nancys” se pueden encontrar en esta película, en cualquier parte del ingenioso, y a veces profundamente emocional, diálogo. Se intenta reparar perjuicios que hubo durante mucho tiempo para toda una generación de mujeres. Otro punto a favor de esta película es que se reconoce la labor del trabajador sexual, no siempre sujeta a algo físico, pero sí siempre sujeta a condena social y, también, preconceptos hirientes de la gente que se entera. Este fin de semana hay que ir a ver “Buena suerte, Leo Grande” y ver a la maravillosa Emma Thompson en toda su gloria. Un plan divertido y sexy para ir a reírse (y llorar un poquito) con amigas - o lo que quieran, pero dejando a los hijos en casa. Por Carole Sang
Se estrenó uno de los films biográficos más esperados del año: “Elvis”, dirigido por Baz Luhrmann (“Moulin Rouge!”, “El Gran Gatsby”). La historia del Rey del Rock and Roll promete mucho para estas vacaciones de invierno… ¿Cumple? El Coronel Tom Parker (Tom Hanks), viejo y agonizante, cuenta cómo encontró el mejor “acto de circo” de su vida, Elvis (Austin Butler), a quien representó por muchos años, y argumenta no haberlo “matado” ni “estafado”. Parker, allá por los años ‘50, solía gestionar un espectáculo itinerante de música country. En uno de los viajes, le hacen escuchar un demo que le llama la atención, pero descarta por ser música “negra”, o más bien, común en la comunidad afroamericana. Cuando le dicen que el cantante es en realidad blanco, el Coronel decide ir a verlo cantar en una grabación en vivo (con público) de un programa de radio llamado Louisiana Hayride. El sex-appeal y la voz de Presley, gestados en un pueblo pobre de Memphis, escuchando soul afroamericano, transforman a la audiencia. Lo que sigue a eso después, es la historia del ascenso más alto y caída más trágica de uno de los artistas musicales del siglo XX con más impacto a nivel mundial. Baz Luhrmann es conocido por su afición al storytelling intenso y dramático, y esta cinta no es la excepción. Las decisiones tomadas, ya sea en el estupendo casting de Butler como Elvis, o la impresionante fotografía, nos sumergen por completo en lo que sucede en pantalla. La temática de la ciudad de Las Vegas, las apuestas, el simbolismo, el brillo, así como la aridez, la neutralidad y también oscuridad, muestran hermosos contrastes describiendo diferentes épocas de la vida del cantante y su carrera en crecimiento, apogeo y luego crisis. El trabajo actoral no podría ser mejor, sumado a la capacidad del departamento de arte para terminar la transformación física del elenco. Butler exuda talento y logra moverse, sonar, mirar, sonreír, seducir y hasta sudar como Presley lo hacía, y con la misma aparente facilidad. Hanks, por otro lado, más allá de ejecutar su rol de forma adecuada, no es especial o irremplazable. La química, sin embargo, entre todos los actores, y la dinámica que se logra, nos captura y nos hace sentir mucha empatía por el cantante y su ingenuidad frente a una industria que lo consume por completo. Es necesario destacar la audaz mezcla de sonido y la impecable musicalización. Se hace un gran énfasis en las influencias del artista: en un Estados Unidos extremadamente segregado y con mucha gente racista, era fácil confundir la música de Presley como “música de blancos”, como el coronel quiso venderlo por un tiempo. Pero lo que hace esta cinta es hacer entender a nuevas generaciones que todo lo que escuchan ahora tiene un origen en la apasionante música negra de principios y mediados del siglo XX. El soul, el funk, el jazz, y todo lo que vino después (y durante) es producto de una cultura viva, que evoluciona y se transforma, siendo así Presley un importantísimo agente de cambio. Luhrmann intenta, de esta forma, generar una suerte de reparación para con la comunidad afroamericana y la tremenda apropiación cultural de la que fueron foco durante mucho tiempo (y, en algunos casos, aún lo son). La dirección de arte y especialmente el maquillaje y vestuario son la frutilla de la torta para este film; realmente se lucen y aprovechan para “tirarle todo encima”; puras decisiones acertadas al vestir al muchacho flaco, talentoso y, como lo describe Parker (Hanks), “amanerado”. Se muestra al intérprete con un hombre sin miedo a vestirse fabulosamente, a llevar el show a su cuerpo y atraer atención hacia este. Un hermoso antecedente de lo que actualmente conocemos como la “yassificación”. Esta es una película absolutamente imperdible para estas vacaciones de invierno, para todas las edades. Mi recomendación: ¡verla en salas con buen sonido Surround! A no perdérsela; a enamorarse de Elvis una vez más. Por Carole Sang
Se estrenó en salas lo nuevo de Marvel Studios, “THOR: AMOR y TRUENO”, dirigida por Taika Waititi (“Jojo Rabbit”, “THOR: Ragnarok”), continuando la historia de uno de los más queridos Avengers para estas vacaciones de invierno. Thor (Chris Hemsworth), el Dios asgardiano del Trueno, recorre la galaxia resolviendo conflictos bélicos con su hacha RompeTormentas. Esta vida, más allá de serle satisfactoria, se siente vacía, y el Vengador recuerda nostálgicamente a Jane Foster (Natalie Portman), la científica de quien él se había enamorado en la primera entrega de la saga. Ésta, por otro lado, se encuentra lidiando con problemas ante los que se siente impotente. El llamado de una importante reliquia puede convertirse en la solución que ella está buscando. Por otro lado, Gorr, el Carnicero de Dioses (Christian Bale), ejecuta un plan gestado por un rencor profundo y la corrupción de una espada maligna. ¿Cumplirá su objetivo de aniquilar a todos los dioses? Esta película es un torbellino de colores y música enfocado en la experiencia del espectador, y es consciente de sí misma. Es acompañada por la armoniosa narración de Korg (Waititi, el director), que es aliado del protagonista en sus aventuras y ayuda a darle un toque épico a relatos que por momentos pueden ser triviales. La performance individual de cada actor es buena, y cada uno de ellos posee algo especial que es demostrado y, en su mayoría, aprovechado por la dirección: Hemsworth usa su carisma interminable, Portman, su presencia actoral entrañable y ni hablar de Bale, con su enorme versatilidad corporal y expresiva. Todo esto brinda valor, pero faltan química e interacciones relevantes, sobre todo entre Jane (Portman) y Thor (Hemsworth), en donde su relación se ha vuelto completamente estéril y aburrida. El film es muy estimulante, como si fuera un desfile de producción, actores formidables, efectos, colores, música, pero se los halla inconexos, mucho más al principio. Toma todo el primer acto para acomodarse y asentarse. En lo que respecta al guion, funciona a duras penas, más que nada gracias a las decisiones estéticas y las interpretaciones actorales (especialmente la de Christian Bale), pero si hay que ser completamente sinceros, se cae a pedazos. El conflicto principal no es suficiente y no hay obstáculos: todo está facilitado para los protagonistas, o al menos eso parece, volviendo a la audiencia un simple receptor de estímulos coloridos, que no requiere ningún tipo de proceso mental o emocional (al menos durante los dos primeros tercios de la cinta); funcionando como película infantil. Sin embargo, sorpresivamente, en las escenas finales, el film - y, sobre todo, Hemsworth - pega un vuelco inesperado y nos brinda emociones reales y vulnerables, no superficiales. Bale nos ofrece un villano ruin, oscuro y corporalmente interesante, trabajado de una forma muy visceral, pero la poca profundidad del film lo desaprovecha. Sí hay que recalcar que, a pesar de que la historia no es relevante para su integración con el MCU y que el primer acto nos entra por un oído y nos sale por el otro, se ven muchos guiños a las batallas pasadas de los personajes -contra Thanos, por ejemplo - que aportan remates cómicos disfrutables. Finalmente, cabe resaltar las excelentes decisiones estéticas, en donde Guns N’ Roses, entre otras bandas de rock, musicalizan escenas en cámara lenta, explosiones, peleas y coreografías épicas - en las que a veces lamentablemente falla un poco el CGI. Es una buena película “touch and go” para las vacaciones de invierno: para pensar poco, divertirse (en una forma súper apta para todo público) y olvidarse. Por Carole Sang
Se estrenó en cines “TODO EN TODAS PARTES AL MISMO TIEMPO”, abriendo otra ventana cinematográfica al imaginario de los multiversos, dirigida y escrita por Dan Kwan y Daniel Scheinert. Se trata de una mujer inmigrante de China, Evelyn Wang (Michelle Yeoh), que es dueña de una lavandería en Estados Unidos. Las relaciones con su padre anciano (que encima no habla inglés), con su esposo y con su hija cada vez están peor, y su vida se ha vuelto una maraña de conflictos y rutinas deprimentes, pensando en todo lo que podría haber sido, habiendo tomado diferentes decisiones. La visita a una desagradable empleada de la IRS (una entidad de control impositivo) la pone en contacto con otro universo, de la forma menos esperada. Evelyn, ¿logrará apreciar cada decisión que ha tomado? La premisa está muy bien planteada, y el guion es ingenioso; se puede decir que el film tiene una sólida base donde asentarse. Es simplemente genial, por donde se lo vea. No sólo la trama es interesante para el espectador casual, sino que también plantea dilemas filosóficos muy profundos, con una conclusión realista pero optimista, en donde se encuentra tolerancia. Pero esperen, ¡aún hay más!: es extremadamente hilarante; una montaña rusa que nos hace oscilar entre risas y llanto con una extrema facilidad. Estos contrastes y lo mucho que varían las realidades alternas colaboran en crear una obra maestra espectacularmente ejecutada. El storytelling técnico, o sea, dirección, fotografía, movimientos de cámara, coreografía de artes marciales (!!!), maquillajes (especialmente los de la villana), dirección de arte (que logra hacernos diferenciar los diferentes escenarios), efectos especiales… Todo es increíble. Las interpretaciones de los personajes son absolutamente inmersivas, intuitivas, verosímiles. La presencia del idioma chino le da un toque especial de realidad; muestra cómo aprenden a integrarse los inmigrantes a una sociedad que no siempre los recibe con los brazos abiertos, además de, por supuesto, representar también cómo funciona la comunicación dentro de cualquier familia, en donde los integrantes hablan un “lenguaje” que sólo ellos entienden. También se puede mencionar que esta película es una muy interesante fusión entre la cultura occidental y la oriental. Hay momentos en que el humor es más absurdo, y en otros, es más clásico. Y así, con todo tipo de situaciones en los diferentes universos que se presencian a lo largo del film, resultando en una pieza sumamente versátil y llena de entretenimiento, que simultáneamente cuestiona enigmas incomprensibles del universo, filosofía, y enfrenta todo esto con simples situaciones de nuestro cotidiano. Quiero destacar, además, la enorme presencia de artes marciales, de una forma que hace tiempo no se veía en el cine occidental, en donde la rompe Ke Huy Quan, actor que interpreta al esposo de la protagonista. Se mueve como nuestro queridísimo Jackie Chan en todo su esplendor de fines de los ‘90 y principio de los años 2000, y más también. Por otro lado, por más que hay muchas versiones de los personajes a través de los diferentes universos, el film logra hacernos empatizar con los de uno solo. La llegada sentimental que tiene es imposible de esquivar. Toca las fibras más profundas de nuestro niño o joven interior, que duda sobre las decisiones a tomar en la vida que generan nuevos caminos y cambios en nuestra esencia fundamental. Es un estreno absolutamente imperdible, divertidísimo, hermoso. Una película que disfruté muchísimo, y que recomiendo en todos los universos. Por Carole Sang
Llega a la gran pantalla “El Peso Del Talento”, en donde Nicholas Cage se viste de sí mismo para volver a intentar conquistarnos. Nick Cage ha llegado a lo que siente como un punto cúlmine en su carrera, en donde su éxito pasado lo presiona a seguir consiguiendo conquistas laborales y no dejar que su fama se esfume. Cage se esfuerza en que su relevancia no desaparezca, pero se le complica equilibrar esa lucha con una vida familiar sana, o una relación recíproca con su hija. Por otro lado, su agente (Neil Patrick Harris) sigue buscándole trabajo para saldar deudas que su estilo de vida le generó. Una de las propuestas que surgen es una contratación para ir al cumpleaños de un excéntrico millonario (Pedro Pascal), ferviente fanático del actor. La necesidad tiene cara de hereje, así que Cage acepta a regañadientes, desencadenando toda una situación inesperada… que cambiará la vida de ambos. Pocas veces se ve una película con guion tan ingenioso: es impecable. Mezcla y entrelaza dos líneas narrativas, una tranquila y comédica, que está firmemente enlazada con la gigantesca química que los protagonistas comparten, y otra más dinámica, en donde las cosas “peligrosas” de acción suceden y el film progresa de una forma mucho más cinematográfica, generando momentos dignos del “Nicolas Cage épico” que todos conocemos. Ambas corrientes, combinadas, nos brindan momentos de contraste, complementándose entre sí, y dando a los espectadores tanto inmersión, empatía, como también espacio para observar desde afuera. Lo único que podría objetarse es la presencia de diálogos un poco cliché o predecibles, pero hay tantos impredecibles, que hasta podría decirse que brinda estabilidad al público poder anticiparse algunos. La trama es casi consciente de sí misma y eso hace que surja hasta complicidad con el público. La interpretación de los actores es súper dinámica y se potencian entre sí, ya que la química que comparten, reitero, es realmente impresionante. El acento de Pascal entretiene por sí solo, además de, por supuesto, volver a su personaje una fuerza atractiva y suave, totalmente opuesta a la energía explosiva y “todo o nada” de Cage. Este, por otro lado, es una estrella y lo demuestra sin falsas humildades, aunque, sin embargo, logra hacer, a través del humor, una autocrítica, si se quiere, de él mismo, y por extensión, a los actores famosos de la industria. Lo visual se vuelve muy interesante gracias a las locaciones bellas seleccionadas para algunas tomas, así que pulgares arriba para la producción. Sin embargo, se desaprovecha un poco por momentos. Por otro lado, la dirección de arte merece una mención especial, ya que vuelve especiales a ciertos objetos inanimados relevantes para la trama y graciosos en sí mismos. La versión joven del protagonista, rejuvenecido digitalmente, se asemeja mucho al Nicolas Cage de antaño, y aunque es un poco perturbadora, le añade gracia, en vez de distraer, cosa que es difícil de lograr cuando de retoques digitales se trata. Una película imperdible, llena de referencias a la extensa carrera de Cage, que recomiendo ampliamente. Para ser sincera, hace varios años que no me río a carcajadas en el cine como me reí con “El Peso Del Talento”. ¡Cita obligada de este finde! Por Carole Sang
“Doctor Strange 2: en el Multiverso de la Locura”, la esperadísima película del Universo Cinemático de Marvel, ya aterrizó en los cines protagonizada por Benedict Cumberbatch y Elizabeth Olsen. Una joven llamada América es perseguida por toda clase de monstruos y figuras tenebrosas invocadas por un ser maligno, que al parecer, se encuentra en otro Universo. El Doctor Strange (Cumberbatch), para intentar ayudarla, busca la fuente de tales maldiciones, para proteger, no solo a la chica, sino al poder que ella tiene, que afecta la estabilidad del Multiverso. Mientras tanto, reviven emociones, tanto del Dr. Strange como de Wanda (Olsen), ambos llevando adelante un duelo por “lo que no pudo ser” de sus vidas. Ellos deberán evitar que el dolor que atraviesan nuble sus juicios y desestabilice la realidad que habitan. La dirección, llevada a cabo por Sam Raimi (apreciado también por dirigir las primeras “Spider-Man” con Tobey Maguire), da significado al título del film. La forma en que se cuenta la historia es impactante, orgánica, usando imágenes y estéticas memorables, que nos hacen viajar por más de un universo. Tener un concepto tan abstracto como una de las premisas principales de la trama da lugar a la exploración, y esto es bastante bien explotado. Los viajes a través del Multiverso que muestra Raimi a veces nos marean pero el espectador siempre cuenta con recursos que permiten seguir adecuadamente la historia y ubicarse. Esto es lo más valorable de la película, junto con los recursos gráficos que se utilizan. El gran problema de esta película es el guion, que se siente apurado o facilitado a propósito. Se encuentran soluciones, llaves, entradas, etcétera, de una forma irrisoria, increíble, o que no tiene sentido, y lamentablemente esto sucede en partes muy importantes de la película, haciéndola extremadamente predecible. Esto incluso impacta en el desempeño de algunos personajes que casi no hacen oposición a ciertas órdenes de villanos o seres malignos, volviéndose artífices, casi cómplices de los planes malévolos en ejecución. No se exploran las consecuencias emocionales de lo que pasa. No se dedica tiempo a generar preguntas con los personajes, sus diálogos y acciones, por lo tanto, no hay un equilibrio de oposición de fuerzas. El elenco nos brinda performances irrelevantes durante la mayor parte de la trama, a excepción de Olsen (Wanda Maximoff - La Bruja Escarlata) que tiene varios buenos momentos, mostrando una enorme versatilidad y emocionalidad, que, a pesar de lo breves que son, logran captar nuestra atención y hacernos empatizar con ella. La experiencia visual y auditiva es fenomenal. Las formas, luz, vestuario, colores, estética, música, fotografía, CGI, efectos especiales visuales y sonoros vuelven a esta cinta un producto espectacular, más allá de los problemas de guion que pueda haber. Como entretenimiento superficial, funciona, sin conmover en profundidad. Lo más impactante, como suele ocurrir últimamente con las películas del MCU, es el gran desfile de recursos técnicos con que cuentan. Buena película, entretenida y afable, que continúa (apenas) la historia del Dr. Strange y lo que pasó en WandaVision. ¡Recomendada para este finde! Por Carole Sang
Hoy por fin se estrenó “EN LA MIRA”, una nueva súper producción que pone al cine nacional como protagonista. Está dirigida por Ricardo Hornos y Carlos Gil, y tiene un elenco encabezado por Nicolás Francella, Emilia Attias y Gabriel Goity. La historia cuenta cómo Axel (Nicolás Francella), a pesar de los obstáculos cotidianos de Buenos Aires, es un hombre carismático y se mantiene fresco, incluso durante su trabajo como personal de atención al cliente en un call center. Un día como cualquiera, luego de saludar a su dulce pareja, con quien está próximo a casarse, y un ardiente intercambio por mensaje con su amante, se vuelve testigo de una extraña situación: un cliente llama y le dice algo que cambiará su perspectiva; éste tiene el poder de arruinarle la vida. ¿Cómo saldrá Axel de esta situación? ¿Cuáles serán sus consecuencias? Esta película sabe jugar con nuestras emociones. Usa todos los recursos a su alcance para mantener un ritmo de relajación y tensión constante. La dirección, el montaje y el storytelling trabajan en conjunto para tener al espectador al borde de su asiento. En una charla durante la función de prensa, los directores mencionaron su afinidad por el estilo de directores como Tarantino, en donde el film es mucho más que solo la suma de sus partes, y eso es notorio. Hablemos de un tema muy importante: ¿Qué onda “el hijo de Francella”? Carismático, seductor y habilidoso, no lo habíamos visto como protagonista aún, sino, por ejemplo, como villano en “El Cuento de las Comadrejas” (2019). Muchas veces, el peso de un apellido y las expectativas construidas alrededor sobrepasan y abruman a un artista en desarrollo, nunca a la altura de sus progenitores. Esto no sucede con Nicolás, que se desenvuelve excelentemente, de manera aún más elegante que su padre, Guillermo, a su edad. El elenco, en general, trabaja adecuadamente. Hay diálogos que son un poco extra-dramáticos, por encima del tono de cada personaje, pero esto ayuda a brindarle algún trasfondo a una historia que, más allá de contar con una excelente visión cinematográfica, carece de profundidad. La motivación de algunos personajes no alcanza para explicar su comportamiento extremo, y los giros de la trama no son lo suficientemente grandes o notorios como para justificar una premisa que creemos durante casi toda la película. A nivel técnico, o sea, fotografía, sonido, arte, edición, música, está película la rompe. Nada está puesto al azar ni con desgano. Si hay algo que felicitar, es al personal desde detrás de las cámaras, que nunca reciben suficiente reconocimiento. Este es el nivel de cine nacional que merecemos, aunque sí, estaría bueno darle una vuelta de rosca a la profundidad con que se tratan las historias. Este fin de semana vayan a ver “En La Mira”, que no se van a arrepentir. ¡Aguante el cine argentino! Por Carole Sang