La noticia acerca de una inesperada secuela de LA HUERFANA (2009), esa gran película dirigida por Jaume Collet Serra, generaba más dudas que expectativas. El atractivo principal de aquel film, radicaba en su potente giro narrativo, en donde descubríamos que la pequeña Esther no era sino una adulta con perversas intenciones. ¿Qué camino podría tomar una secuela 13 años tardía, con una protagonista que ya está lejos de parecer una niña?
Todos los augurios apuntaban a un gran desastre, pero el film de William Brent Bell (THE BOY) es una muy competente pieza, que encima se ata a un desafío mayor: situarse cronológicamente como una precuela. Es decir, la acción ocurre antes de los acontecimientos de la primera parte. Lena escapa de un psiquiátrico ruso en 2009, y viaja a EEUU, haciéndose pasar por la hija desaparecida de una familia rica. Pero la estadía de Lena no será tan tranquila como podría imaginar, pues debe enfrentarse a desafíos más grandes que ocultar su propia identidad.
LA HUERFANA: PRIMER ASESINATO se sabe inferior, y esa es la razón por la que todo el relato funciona. Ya no posee el plot twist de la identidad, y sin embargo, se las ingenia para gestar (en sus propios márgenes) un nuevo giro que revitaliza el conflicto. William Bell nos pone, desde el primer momento, en el punto de vista de Lena. Bajo sus ojos, observamos el escape, y luego su supervivencia en el seno de esta nueva familia, y los diversos escollos que debe atravesar para conseguir su objetivo. Pero lo que hasta aquí podría parecer un camino clásico y predecible de una secuela tardía (pero bien contada), pega un viraje atractivo que nos obliga como espectadores a abrazar el juego que propone el film. Aceptar el giro significa también aceptar los baches o inverosimilitudes que se abren ante simples cuestionamientos. Es un riesgo interesante el que corre la película, incluso cuando esto atente con perder el interés de una parte de los espectadores.
Una precuela más que digna y eficaz. Sin dudas, mejor de lo esperado.