En 2009, La huérfana sorprendió con una historia bien llevada, de inesperado giro final y hábil construcción del suspenso, que dejó un buen sabor de boca a los pocos que la vieron entonces. Con menos aspiraciones, menos imaginación y más problemas llega la continuación, ataviada de poco creíble precuela.
La acción de La huérfana: el origen se sitúa tres años antes de la original develando un poco más de la historia de Esther (nuevamente Isabelle Fuhrman), sus problemas mentales y su propensión a ir por la vida asesinando gente. Luego de esta introducción -que se toma casi un tercio de la película-, la chica es adoptada por una nueva familia y la trama deambula sin rumbo por los mismos carriles que su predecesora salvo, eso sí, por una vuelta de tuerca promediando el metraje que será prácticamente la única sorpresa de la película.
Hay inconsistencias en relación a la historia que se contaba en el primer film, un esfuerzo infructuoso para hacer ver a Fuhrman (hoy de 25 años) como una nena de 10 merced a efectos especiales, dobles de cuerpo y encuadres convenientemente recortados, y una serie de situaciones imposibles de ser tomadas en serio incluso por la platea más indulgente.
Para aquel espectador poco exigente, que cree que ver una película de terror es un plan ideal de salida lúdica entre amigos puede ser una opción. Si en cambio lo que se busca es una propuesta que toque alguna fibra angustiante, como sí pasaba con la primera entrega que se engrandece a la luz de este estreno, mejor seguir de largo.