Un huésped indeseado
Un nuevo film basado en una novela de Stephenie Meyer llega a la gran pantalla. Si son fans de la Saga Crepúsculo esta película probablemente no va a ser de su agrado, lo interesante es que si odian la mencionada franquicia, la reacción será la misma. Aquello que los separó, el tiempo lo unirá.
La Huésped vuelve a girar (así como Crepúsculo) en torno a un tópico clásico del cine fantástico, esta vez el emblema de turno es el de "los usurpadores de cuerpos". Extraterrestres que se apropian del cuerpo de los humanos para crear "secretamente" una sociedad propia en reemplazo de la nuestra. Las variantes de este tópico dentro del cine son diversas siendo Invasion of the Body Snatchers de Don Siegel, su remake homónima de 1978 dirigida por Philip Kaufman y They Live de John Carpenter los más elevados exponentes en cuanto a las sub-lecturas que proporcionan. La diferencia entre esos films y este dirigido por Andrew Niccol (Gattaca, El Precio del Mañana) radica en que pareciera llegar a destiempo al relato. En primer lugar la invasión ya es casi total, no sabemos muy bien cómo comienza el accionar extraterrestre pero el texto en off nos indica que ya casi no queda humanos libres. La posibilidad de defensa por lo tanto parecería nula. El relato entonces no va a basarse en la lucha por mantener y/o recuperar el territorio sino por el contrario en una peculiar historia de amor que una vez más va a involucrar a adolescentes cachondos que juegan por un rato a ser grandes, Meyer en estado puro.
Nuestra protagonista es Melanie (Saoirse Ronan) que pese a que su cuerpo fue invadido opone desde el interior cierta resistencia que se traduce en una voz off que mostrará su lucha interior entre su parte humana y su doble extraterrestre que recibe el nombre de Wanda. Wanda es según los extraterrestres un "alma" débil ya que no puede controlar del todo la mente de su receptora (vale aclarar que también es bastante "humana" en sus formas y eso es sólo para ser funcional el relato). En esta instancia se hace visible el rumbo que Meyer desea darle al personaje. Una vez más la escritora toma el tema de la adolescencia y sus conflictos, una naturaleza que bordea la bipolaridad e impulsos que en más de una ocasión se contraponen. Este conflicto interno va a exteriorizarse cuando Melanie se reencuentre con su novio y Wanda se enamore de su amigo. Un cruce amoroso tan simpático como intrincado que fue desaprovechado por el director categóricamente por una narración audiovisual fría, distante, absolutamente deserotizada y lejana a cualquier tipo de intensidad dramática.
En La Huésped no pasa nada. El metraje transcurre y todo se hace tan monótono como el desierto en donde transcurre gran parte del film. La "maldad" de los invasores sólo se intuye por sus ropas excesivamente sobrias y uniformes y cierta forma de hablar mecanizada, elementos que pretenden juguetear con el fascismo. Sin embargo estos seres tienen "debilidades", no mienten, confían unos en otros, transformaron la tierra en un mundo sin hambre, erradicaron las enfermedades, abolieron el dinero, etc. El precio de todo eso es la libertad que han quitado a los hombres por supuesto, un curioso dilema. Los humanos por su parte se mantienen escondidos haciendo cultivo interior... de trigo. Lo único que moviliza al relato entonces son algunas situaciones cotidianas tan pequeñas que ni vale la pena nombrar y el conflicto interior Melanie/Wanda frente a la dupla de galanes. Lo que las cámaras dirigidas por Niccol no pueden o no saben expresar es entonces dicho en diálogos, en realidad, más que diálogos son un cúmulo de frases literarias hiladas entre dos personajes que terminan de arrancarle al relato cualquier esperanza de verosimilitud en las actuaciones.
De La Huésped pueden rescatarse tal vez algunas ideas o intensiones pero como totalidad su narrativa ausente de intensiones claras da como resultado un film aburrido y demasiado desapasionado.