¿Se puede convertir a un culebrón venezolano en una historia de ciencia ficción? ¿Puede una típica novela de la tarde cuyo protagonista es un hombre de alta alcurnia que mantiene una relación prohibida con una mujer pobre pasar a ser una historia de amor entre aliens y humanos? Si, en ambos casos se puede. Y la responsable de tales logros es otra vez Stephenie Meyer, quien primero presenta sus creaciones en novelas que luego son expandidas y viralizadas en formato cinematográfico.
Lo que se hizo con la Saga Crepúsculo se intenta emular en La huesped pero está claro que no tendrá el mismo resultado aunque el libro haya sido un best seller.
Es muy fácil destrozar esta película y no sorprende nada que la crítica internacional la haya matado, algo que seguramente pasará aquí. Pero como siempre decimos en este espacio: cada film tiene su público y la audiencia para este estreno es la misma que deliró con los hombres lobo de torso desnudo y el vampiro sufrido, incluso en la última (y paupérrima) entrega el año pasado.
Los fans son los que tienen la potestad y la última palabra para decidir si es una buena adaptación o no y dentro de esos parámetros habría que juzgar a esta película.
Claro está que es el film más flojo dentro de la prolífera carrera del director Andrew Niccol, quien aquí incluso guiona. Debe haber recibido un lindo cheque porque sino no se entiende esta mancha en su filmografía.
No hay nada de la cinta que pueda mencionarse como para resaltar en lo técnico, basta con decir que es correcto y que se deja ver.
En cuento el guión, por momentos da risa si nos enfocamos a lo cinematográfico pero volviendo a lo que destacábamos un par de párrafos más arriba, dentro de ese mundo funciona bien.
Es decir, si se acepta la voz de la actriz principal interpretando a dos personajes diferentes que conviven en un mismo cuerpo y que discuten por los hombres que aman siendo una humana y la otra extraterrestre, se le puede encontrar algún sentido e incluso esbozar una sonrisa en un par de escenas.
Aún así hay que destacar la obsesión que tiene la autora por estar abiertamente en contra del sexo pre-matrimonial. Algo que plasmó en Crepúsculo y que como aquí no podía utilizar las mismas reglas recurre a una excusa descabellada a tal punto que es la mujer que le pide casi suplicándole al hombre que le haga el amor. En fin…
Saoirse Ronan ha demostrado sus dotes actorales en The Lovely Bones (2009) y Hanna (2011) y aquí no repite lo mismo pero no por su culpa sino por lo que le tocó hacer. Pero vale destacar que teniendo en cuenta eso hizo un buen laburo.
Sus consortes Jared e Ian, interpretados por los ignotos Max Irons y Jake Abel respectivamente, no logran imprimir credibilidad alguna.
El resto del elenco es más que olvidable (incluso un desperdiciadísimo William Hurt), salvo por la bella Diane Kruger a quien siempre es lindo verla en pantalla y su papel aquí es el más “picante”.
El final es efectista y logra funcionar hasta que lo arruinan con una suerte de epílogo. No obstante abre las posibilidades a futuras secuelas que es muy poco probable que se hagan (aún no se publicaron los libros).
De todo este análisis que comenzó con dos preguntas se desprende una tercera: ¿Película mediocre y sin sentido o film correcto para un nicho determinado? La respuesta es afirmativa para ambos casos, solo varía el que responderá: el espectador, fan o no fan. Esa es la cuestión.