Resulta ingenuo a esta altura suponer que para hacer cine sólo se trata de contar una historia. Embarcarse en un producto audiovisual significa, por sobre todas las cosas, hacer testigo al espectador de algo a partir de imágenes y sonidos. Si tal disparador viene acompañado por una "buena" historia es otro tema. Desde los primeros instantes de La idea de un lago, Milagros Mumenthaler dejá más que claro que esta segunda premisa no es su prioridad. Su cine pasa más por la construcción de climas y la contemplación que por lo meramente narrativo. Sin embargo, pese a estas búsquedas y desafíos, da la impresión de que el objetivo escencial -interpelar a quien está del otro lado de la pantalla- no está logrado en su plenitud.