El libro de fotografías y poemas de Guadalupe Gaona, “Pozo de aire”, es la inspiración libre y punto de partida para Milagros Mumenthaler, quien en La idea de un lago narra la historia de Inés, una joven fotógrafa que tiene un gran vacío en su vida. Ese pozo de aire que da título al libro es la desaparición de su padre en ese episodio tan funesto de la historia argentina, y en ese detalle cronológico basa la película sus mejores y peores cartas.
La sutileza con la que Mumenthaler hilvana su cuento es loable, adentrando al espectador en la vida de la protagonista, una chica de treinta y pico embarazada, con problemas de pareja y una relación tempestuosa con su madre. La raíz de todos sus conflictos, la apatía que genera en su persona y la pasión con la cual organiza el lanzamiento de su volumen autobiográfico, es la misma: la falta de la figura paterna, desaparecida en el aire durante la Dictadura Militar de 1976. Son incontables las veces que el cine argentino ha revoloteado por encima de esa cruenta mancha local, detalle que se puede volver cansino y repetitivo a más no poder. Pero la directora se basa en esa ausencia para construir una historia de cierre y crecimiento personal, de incertidumbre y sueños perdidos, una historia mínima que no se regodea en lo obvio sino que elige otro camino. La memoria, o la falta de ella, es un detalle clave para Inés, que se aferra a esos poquísimos recuerdos de su padre para salir adelante o para retenerse a sí misma en el tiempo.
Su interpretación, a cargo de Carla Crespo, tiene todos los ingredientes necesarios para interesar al espectador por su personaje. Mayormente distraída y con un semblante triste y opaco, es en los pequeños momentos que Crespo la llena de sinceridad, dotándola de un vacío palpable que afecta a todo su alrededor y no le permite avanzar. En contrapunto, su madre (Rosario Bléfari) transita el mismo camino que Inés, pero ella ha perdido a un compañero y la incertidumbre la carcome: aún sabiendo que es una chance imposible, ¿volverá algún día? La ausencia pone en jaque la relación de las dos mujeres, generando situaciones incómodas cuando se buscan respuestas a preguntas que uno intuye, pero no quiere saber.
Los flashbacks a la infancia de Inés son fundamentales para conceder vida a la película. Las locaciones espectaculares son acompañadas por una exquisita fotografía a cargo de Gabriel Sandru, que dota con una granulada paleta visual a las imágenes, casi viendo la acción como un video casero antiguo, una fotografía desgastada por el tiempo y los recuerdos. Estos momentos quitan el aliento, y duelen mucho más cuando se nota que es una situación clave en la vida de la protagonista.
Para aquel que entienda o haya sentido una desaparición de este estilo, La idea de un lago tocará una fibra muy sensible y se sentirá identificado con la incertidumbre pasada, presente y futura con la que cargan Inés y su familia. Puede parecer una temática repetitiva por demás, pero el tratamiento sosegado e implícito de Mumenthaler hacen de la historia un plato mucho más tolerable y no tan subrayado.