La directora Milagros Mumenthaler (Abrir puertas y ventanas) adapta libremente un libro autobiográfico de la fotógrafa Guadalupe Gaona, sobre la búsqueda de Inés (Carla Crespo), que transita soltera el último tramo de un embarazo. Un presente atravesado por los recuerdos de una infancia feliz, en la casa familiar de Villa la Angostura y sus imponentes paisajes naturales, hasta la desaparición de su padre. En una de las primeras escenas, Inés llama al equipo de antropología forense para averiguar sobre esa búsqueda, que requiere de su ADN, el de su hermano Tomás y el de su madre (Rosario Bléfari). Lo que Mumenthaler hace con esta historia de hijos de la violencia política es una delicada, sutil crónica de sus huellas en la intimidad de estos personajes. Entre las memorias, armadas con fragmentos de viejas fotografías y bellísimas secuencias que recrean, con la imagen blureada o con ese grano y color de las imágenes de antes, el tiempo pasado. El cine como herramienta para atrapar, y unir, los extremos del paso del tiempo, exponiendo sus huellas. Hay no pocos hallazgos en ese camino, por el que la acompañaron muy bien sus intérpretes. La escena en que Inés retoca la única foto que tiene sola con su papá mientras la madre, que recién ha aprendido a usar el chat, aparece sobre la imagen en forma de ventanitas de diálogo. O el baile que Inés niña baila en el lago con el renault cuatro verde de su padre, poética y emocionante. O la elegancia de su desenlace. En las antípodas de cualquier subrayado, entretenida y sólida, una película hecha con inteligencia y corazón.