Gemma Bovery busca jugar con la idea de que la literatura es más amplia que la vida con esta propuesta de una (pos)moderna Madame Emma Bovary al cambiarle una vocal al apellido, añadirle una consonante al nombre y, por supuesto, emulando algunos episodios de la famosa novela de Gustave Flaubert. Todo esto resulta muy simpático e, incluso, tontamente gracioso por la ligereza en el tono de la película. Luchini y Arterton lideran la película por caminos paralelos pero distantes. Mientras que Luchini nos previene con sensatez sobre los tropiezos de Bovary para que Bovery no caiga en ellos, Arterton va tentando a los hombres que encuentra a caer con ella en sus errores.
Y probablemente sea las relaciones entre hombres y mujeres en la película lo más fascinante de ésta. Los hombres caen entrampados ante sus mujeres y, eventualmente, ante Gemma Bovery. Cometen los mayores tropiezos que revelan, más que inmadurez, una capacidad terrible de ser tentados por una "mujer banal", como lo dice la esposa de Martin. Los hombres casi son reducidos a objetos sexuales, particularmente Hervé (Niels Schneider), que se pelean por la atención de Gemma. Las mujeres son, al menos, más precavidas. Incluso Wizzy (Elsa Zylberstein), quien es la más banal y sólo atiende a su físico, se reservan a preocuparse por sus maridos y atender sus casas y sus trabajos.
El ritmo de la película termina por decaer con un final apresurado que reúne los tres puntos de vista de una muerte. Es aquí donde el guión intenta condensar fallidamente tres miradas de la muerte, pero resulta un mero artificio que nada resuelve sobre la historia. Al segundo intento, lo que puede ser una novedad sobre lo que ocurrió, resulta risible.
Sin duda, la otra fortaleza del filme es su humor ligero pero puntual. En particular, la relación de Martin con su hijo nos recuerda que todo esto es un chiste, una ilusión de Martin por mantener el interés dentro y fuera de su panadería; una ilusión que lo trae un poco más hacia la literatura y un poco menos hacia la realidad, como en un vaivén parecido al final donde nuestra mirada se pierde poco a poco entre el paisaje y la nieve, entre una conversación equivocadamente graciosa entre un vecino y una nueva vecina. Puede que a fin de cuentas la vida no replique el arte esta vez, pero otras muchas veces sí lo ha hecho.