Una visita al museo de Ciencias Naturales y la tarea de excavar para encontrar huesos de dinosaurios proyectan en la inocente mirada de una niña las ganas de repetir la experiencia en el jardín de su casa. La foto de su madre sobre la cajita que contiene sus cenizas. Su amigo del colegio y vecino. Una tía preocupada por la educación de su sobrina y fanática de la difunta correa. La vida de esta niña en medio de un barrio industrial.
Siendo un buen tema para explotar (a esa edad -entre los 10 y 12 años- comienzan a despertarse ciertos sentimientos. Es la pre adolescencia que brota y con ella todos los cambios que eso significa), la relación de la niña con su mejor amigo no logra cautivar, se pierde entre plano y plano generando una discontinuidad en el relato que nos impide llegar al corazón de la protagonista. En el filme se puede apreciar dos ejes: por un lado, la historia de los infantes y, por el otro el rol que juegan los adultos en medio de ellos. Los diálogos entre los actores son escasos y poco fluidos (tanto de los niños como los adultos), hay silencios en los que el espectador espera una resolución que no aparece.
En la trama, Noemí y Sergio (primera película que los tiene como protagonistas a Martina Horack y Joaquín Remedi) por las mañanas van al colegio y a la tarde se embarcan en la aventura de encontrar un tesoro en el jardín de la casa de Noemí, envueltos en un entorno adulto en el que priman las peleas familiares por la lucha de tener un trabajo digno y hay padres ausentes.
La ilusión de Noemí es la primera película de ficción del director y guionista Claudio Remedi, quién anteriormente había realizado documentales como La historia invisible (2013) y Agua de fuego (2001) entre otros. Remedi bosqueja una muy linda historia para contar pero lamentablemente no pudo elevarse a planos más interesantes. En la cinta se perciben las ganas de contar y todas las intenciones de expresar el relato de la mejor manera posible, pero el resultado final no alcanza, queda inconexo, sin relevancia. La ilusión queda guardada en la cajita de lata que Noemí descubre en el patio de su casa.
Por Mariana Ruiz
@mariana_fruiz