Parte de lo que vemos en esta triste y violenta historia podrá encontrarse en la ficción bajo el título de "Los Juegos Del Hambre". Como dicen, la realidad supera la ficción y Rithy Panh, el documentalista más famoso de Camboya, nominado en 2014 por esta misma película, nos lo muestra de una manera que hace posible tomar contacto con las atrocidades del régimen del Khmer Rouge y Pol Pot al frente ellas.
En cuatro años se destruyó un pueblo, se lo adoctrinó y se le enseñó a aplaudir a un dictador para no morir. Algunos se atrevieron a desafiarlo, como el padre del narrador, que se fue apagando en una huelga de hambre, alegando que lo poco que recibían no era comida digna para una persona; también vio morir a su madre y a sus hermanos; sólo quedó él como testigo del horror, buscando la imagen perdida. El régimen predicaba una sociedad perfecta, sin división de clases sociales y ellos eran la contradicción misma, al ejercer un poder que esclavizaba y quitaba hasta el derecho al agua y al alimento.
Qué es la imagen perdida, entonces. Es la pregunta que sobrevuela este filme hecho con composiciones donde los actores son pequeñas estatuillas de arcilla, agua y pintura, tan expresivas como protagonistas de carne y hueso. El artesano las va moldeando y las vemos entrar en acción, primero en el ideal, en el recuerdo de una infancia feliz, donde el realizador, cuenta que en ese momento él pudo aprender y ver cómo se hacía cine y los mundos mágicos que éste creaba en la primera época. Luego, llega un tsunami político que barre con esa felicidad y allí, estos pequeños muñequitos se entrelazarán con recortes de películas rescatadas de la barbarie en los que se ve, en colores los bailes, las risas y en blanco y negro el horror y sus actores.
Es una lástima que tenga tan poco espacio para ser vista, lo merece por la factura y por los contenidos. Una obra de arte para que no se repita la historia y para homenajear a tantos que fueron olvidados, los que constituyen de cierta manera la imagen perdida, aquélla que quedó en la retina del sobreviviente y que no puede llegar a plasmar fehacientemente ni en fotografías ni en el cine porque es algo muy propio, muy doloroso, algo que quiere olvidar pero que debe recordar para que nadie vuelva a vivirlo.