En busca de la felicidad
La increíble vida de Walter Mitty es la quinta película dirigida por Ben Stiller: no son muchas ni tampoco pocas. Pasaron tantos años desde la realización de sus primeras obras que más de un espectador se va a sorprender de que Generación X (1994) y El insoportable (1996) sean suyas. Más cercanas en el recuerdo están Zoolander (2001) y la dislocadísima Una guerra de película (2008). Si bien existía una intención de radiografiar a los jóvenes de los 90’s en Generación X y detrás de El insoportable se deslizaban unas cuantas observaciones filosas sobre la alienación en una gran ciudad, podría decirse que La increíble vida de Walter Mitty es su filme más ambicioso en contenido hasta la fecha (con mensaje aleccionador y todo). Stiller retoma algunas ideas ya insinuadas en su filmografía desarrollando aún más algunos conceptos como la soledad del individuo en una gran urbe y la búsqueda del amor como una salida posible en una sociedad no precisamente tolerante con quienes se muestran incapaces de adecuarse al modelo del éxito. En su fusión de humor con fábula de auto ayuda y romance a discreción la comedia deja un sedimento satisfactorio aunque la eliminación aquí y allá de ciertos elementos convencionales podrían haberla convertido en una muy superior. Por cierto, un error más atribuible al guión de Steve Conrad (o quizás a los numerosos libretistas que lo antecedieron) que al trabajo polifuncional de Stiller que la tiene clarísima como director y productor; y ni que hablar como comediante, con un estilo propio reconocido, respetado y admirado por todos.
Más allá del resultado obtenido, que sin dudas es lo más importante, no deja de ser interesante la intrincada red tejida en torno al proyecto desde su mismo origen hace ya dos décadas. El impulsor del mismo era Samuel Goldwyn, Jr. siendo su celebérrimo padre el productor original del filme de 1947, dirigido por Norman L. McLeod e interpretado por el talentoso Danny Kaye (¡cuán poco se lo menciona por estas épocas!). Conflictos legales por los derechos del cuento de James Thurber y disputas de todo tipo, incluyendo desavenencias creativas entre los muchos artistas involucrados, fueron postergándolo una y otra vez mientras el actor responsable de animar a Walter Mitty no se terminaba de definir nunca. En distintos momentos estuvieron a un paso de asumir el rol figuras populares como Jim Carrey, Owen Wilson, Mike Myers y Sacha Baron Cohen. Algunos de los realizadores que llegaron a trabajar en el nuevo guión fueron ni más ni menos que Ron Howard, Steven Spielberg y Gore Verbinski. Por otra parte son incalculables los guionistas que reescribieron el guión de acuerdo al gusto de cada quien. Cuando se descartó a Baron Cohen en el 2010 la remake parecía que jamás se llevaría a cabo pese a los esfuerzos volcados por mucha gente incluso bajo diferentes sellos productores. Por suerte ahí entró en escena Ben Stiller adueñándose de la historia y colaborando codo a codo con Steve Conrad para que el fantasioso personaje del título encuentre por fin a su audiencia.
Walter Mitty (Ben Stiller) es el típico soñador que vive ensimismado en su propio mundo sin atreverse a romper la burbuja que lo protege pero también aisla del resto de las personas. Sin pareja ni amigos, sólo tiene su trabajo en el área de selección de negativos de la revista Life y una desbordante imaginación que se le dispara de acuerdo a la ocasión. Lo que no se atreve a plasmar en su vida personal lo canaliza por esta otra vía, casi como si de un juego se tratara. En cierto modo me recuerda al cómic de Trillo/ Altuna Las puertitas del señor López, sólo que Walter no necesita asomarse detrás de ninguna puerta para desatar su vital mundo interno. Le basta con quedarse parado mientras su mente lo transporta a un universo donde puede ser el protagonista de sus actos, como seducir a su compañera de trabajo Cheryl (la hermosa Kristen Wiig) o confrontar al imbécil del nuevo jefe (Adam Scott, muy gracioso) que insiste en humillarlo en público. La situación desencadenante para que Walter tome la iniciativa de dejar esa postura contemplativa es el extravío de una foto que le enviara el afamado reportero gráfico Sean O’Connell (Sean Penn en una lograda si bien breve participación). Con el fin de localizar al ermitaño fotógrafo, Walter se embarca en un viaje lleno de peligros por países remotos como Groenlandia e Islandia con peripecias tragicómicas donde no faltan los apuntes satíricos (Forrest Gump, El curioso caso de Benjamin Button) ni la proverbial mano maestra para la comedia que ha destacado a Stiller desde los comienzos de su carrera. Estética y fotográficamente, con una excelente labor del DF británico Stuart Dryburgh, es inobjetablemente su más cuidada producción y la música también es un punto alto con un magnífico uso de la canción de David Bowie Space Oddity. La marcación actoral es inmejorable considerando la gran cantidad de actores secundarios que aportan su granito de arena dándole cohesión a una trama de a ratos anecdótica pero recurrentemente divertida, aún en sus pasajes más melancólicos.
Es probable que La increíble vida de Walter Mitty no sea la gran película que aspiraban a pergeñar sus creadores pero imperfecta y todo cumple con el anhelado objetivo de rendirle homenaje a un cuento que inspiró a generaciones de artistas tan variados como el especialista en animación Chuck Jones, el fundador de la revista Mad Harvey Kurtzman o el dramaturgo George Axelrod que escribió el papel de Tom Ewell en La comezón del séptimo año con algunas de las características de Mitty en mente.