"Nadie lo ve"
Romper la monotonía que existe en el imaginario popular sobre ciertos acontecimientos y personajes. Eso es algo que caracterizó siempre a la carrera como director de Ben Stiller. Por eso es raro que muchos hablen de su nuevo trabajo como algo “atípico” o “distinto” en la filmografía de este artista.
Dejando de lado la verdaderamente única y extraña “Generación X” (su opera prima, allá por 1994), Stiller siempre contó grandes historias partiendo de personaje simples o situaciones que no son demasiado interesantes.
En “El insoportable” (1996) de repente un tipo que instalaba decodificadores de televisión por cable era una mente siniestra detrás de un plan maquiavélico. En “Zoolander” (2001) una pareja de modelos era la clave para desarticular una red criminal que no solo explotaba niños en fabricas textiles sino que también planeaba asesinar a un presidente. Y en “Una guerra de película” un grupo de actores que filma una película bélica, en un proceso que se vuelve repetitivo e insostenible debido a la mala relación entre ellos, termina siendo protagonista de una verdadera guerra en medio de Vietnam.
Si convertir lo pequeño, intrascendente, rutinario y monótono en una gran aventura fue el esquema favorito como director de Stiller a lo largo de estos años, podemos decir que “La increíble vida de Walter Mitty” es el trabajo que mejor deja en evidencia la capacidad de este realizador detrás de las cámaras.
¿Por qué? Porque aquí Stiller realmente si se saca de la manga todo un repertorio de recursos para transformar la cotidianidad de un empleado de una importante revista llamado Walter Mitty (interpretado por él mismo) en una aventura pequeña que adquiere dimensiones extraordinarias a medida que avanza el relato.
Por primera vez en su filmografía (siempre hablando como director) tenemos realmente a un tipo común y corriente: Walter es un hombre grande, soltero, sin amigos y su vida se reduce prácticamente a realizar un trabajo de oficina bastante aburrido (es el encargado de los negativos de las fotografías que se publican en la revista).
Lo único que rompe esa rutina es una extraña capacidad de Walter para imaginar aventuras fantásticas e increíbles (casi como soñar despierto) en situaciones cotidianas, siendo esto algo que lo pone incomodo pero a su vez hace más emocionante el desarrollo de sus días.
Ben Stiller se carga completamente al hombro (tanto como protagonista y como director) el desarrollo de la gran aventura de Walter una vez que deja atrás algunas fantasías en tono de comedia (la lucha del ascensor y la bizarra parodia a “El curioso caso de Benjamin Button”) y empieza a contarnos la realidad que decide vivir este personaje impulsado por la necesidad de vivir la vida fuera de una oficina.
Acompañado de un muy buen elenco (Kristen Wiig como el interés amoroso de nuestro protagonista, Sean Penn como el modelo de héroe a seguir, Shirley MacLaine como la voz de su conciencia y Adam Scott como su gran enemigo) y de un apartado técnico notable donde la música (compuesta por Theodore Shapiro, además de un gran repertorio de temas) y la fotografía (notable trabajo de Stuart Dryburgh) se destacan por el resto, Stiller logra construir una película con espíritu propio que por sobre todas las cosas entretiene y nos invita a reflexionar sobre aquellas pequeñas cosas que posponemos (sin sentido) aun sabiendo que nos alegran la vida.
Lejos de caer en los ejemplos drásticos que rozan lo inverosímil (como el caso de “Into the Wild” de Sean Penn), “La increíble vida de Walter Mitty“, sin ser una obra maestra, cumple su prometido de abrirnos un poco más la cabeza para concientizarnos sobre lo que verdaderamente importa en estos tiempos que corren.
Difícilmente exista otra película que, con este mismo desenlace, logre transmitirnos una buena dosis de alegría y entretenimiento como lo hace el último trabajo de ese gran soñador llamado Ben Stiller.