Dos nenas y su primer gran amor
El nuevo profesor de Ciencias Naturales, intepretado por Juan Gil Navarro, irrumpe en una escuela y dos chicas de
12 años se enamoran perdidamente de él. Entre la inocencia, el humor negro y la latente posibilidad de la muerte.
Pocas veces el cine argentino reflejó con inteligencia y sabiduría los años de la pre adolescencia como ocurre en La inocencia de la araña, personificada por dos nenas de 12 años (Rosas, Musano) que se enamoran del nuevo profesor de Ciencias Naturales (Gil Navarro). La geografía es la de la provincia de Formosa y el ambiente es el colegio, la calle, algún bar aledaño y la casa del docente. Un personaje fluctuará entre los tres principales: la atractiva profesora de educación física (Pastor), motivo de odio extremo para las niñas. A la manera de Juegos prohibidos, clásico del cine francés de los '50, pero con una problemática diferente, el punto de vista y el sujeto narrador de La inocencia de la araña es el lugar que ocupan las niñas, sus miradas, sus reflexiones, sus alegrías y fastidios frente al entorno, el descubrimiento del docente al que aman y la furia que les provoca la relación que este establece con la profesora de gimnasia. Pero el tono elegido por el cineasta Sebastián Caullier en su ópera prima (su único antecedente era un corto de Historias breves 5), oscila entre la inocencia de las situaciones y la construcción de un mundo de juegos, rituales y dibujos que proponen las niñas para observar, acaso rozar cuando esté dormido, a ese oscuro y novedoso objeto de deseo. Acercándose al cine de Lucrecia Martel pero sin optar por el erotismo visual como imperiosa necesidad, pero también escarbando en los miedos y las decisiones del Polín de Crónica de un niño solo del gran Favio, aun cuando la crueldad pasa por otro lado, la película de Caullier, por si fuera poco, le escapa a la explicación pedagógica y a la certeza psicoanalítica. Son dos nenas –estupendos trabajos de ambas no-actrices- que decidirán el futuro de la particular relación. Y, como se sabe, entre la inocencia y el humor negro hay un solo paso. Y entre los jueguitos preadolescentes y la posibilidad de muerte no median tantos obstáculos. Bienvenida sorpresa del cine argentino de fin de año.