Básicamente "La inocencia de la araña" se plantea como una historia de obsesiones, de pérdida de límites, de reacciones enfermizas y desde el lugar que lo plantea, es realmente un lugar interesante y nuevo para el cine argentino, una zona poco visitada. Una apuesta fuerte.
Sebastián Caulier en su debut cinematográfico, sitúa a la historia en un colegio secundario que seguramente tiene algunas reminiscencias y recuerdos de su propia infancia y adolescencia.
El escenario fundamental es un colegio secundario formoseño en donde dos de las alumnas, Camila y Daniela, se enamoran de su nuevo profesor de biología. El profesor es Manuel (Juan Gil Navarro), quien vuelve a su ciudad natal desde una Buenos Aires en la cual no pudo ubicarse y por más que claramente detenta un perfil bajo, ese aire del "extranjero" que vuelve al pueblo lo hace doblemente intrigante y atractivo tanto para sus dos alumnas (el resto de la clase parece bastante apática con su presencia o con la de cualquier otro profesor) como para la gente del pueblo.
Y en ese espacio de enamoramiento adolescente donde pueden mezclarse muchísimos elementos, Camila y Daniela, atraviesan todos los límites. Un espacio que contiene elementos de fantasía y de realidad, en un campo más imaginario que posible, internándose casi al borde del delirio, de lo platónico, de los amores imposibles, sin darse cuenta, las dos adolescentes comienzan a elaborar un espiral de celos, envidia y venganza que tiene en el centro de la escena a Manuel.
Pero lo que se plantea desde un inicio con lineas argumentales interesantes, no puede sostenerse tanto por la debilidad de un guión que se estructura como demasiado básico y previsible, con una historia elaborada sólo desde la superficie y sin demasiado contenido, pero sobre todo por las actuaciones, que se conforman como el peor enemigo de la película.
Exceptuando a Juan Gil Navarro, gran actor todo terreno que ya ha demostrado con creces que puede sostener distintos papeles y en distintas cuerdas, el resto de los actores suenan completamente disonantes a lo que quieren plantear las escenas y solamente él parece ser el único que está al servicio de la credibilidad de la historia.
Ana (Gabriela Pastor) es la profesora de Gimnasia con la que este profesor de biología intenta recomponer su vida amorosa en esta nueva ciudad. Ella será el objeto de los "disparos", de los "dardos" de estas dos adolescentes perdidamente enamoradas, que intentarán por todos los medios alejarla de su objeto de deseo sin medir ningún tipo de riesgos. Siendo un rol fundamental para la historia que se pretende contar, Gabriela Pastor no logra darle credibilidad, exceptuando algunos pocos momentos en donde parece sentirse cómoda en los diálogos y las situaciones.
En un marco de actuaciones que asemejan más un acto
escolar que una construcción cinematográfica (hay dos escenas donde habla una profesora de castellano que lidian con la vergüenza ajena), el guión y la historia de Caullier pierden lamentablemente intensidad y logrando por momentos el efecto completamente contrario al deseado -en la función a la que asistí el público reía a carcajadas en momentos en donde la historia supuestamente planteaba un conflicto de tintes dramáticos-.
Las dos adolescentes que tienen que llevar casi por completo el peso dramático de la historia, tendrán además que lidiar con un guión que las expone a situaciones poco convincentes (las intromisiones en la casa del profesor son completamente increíbles, por ejemplo).
Pero tanto Lourdes Rodas como Renata Mussano, no logran tener la frescura que suelen reflejar en pantalla los actores infantiles. Sus lineas parecen no fluir claramente, como si el texto hubiese sido extremadamente memorizado y por lo tanto, pierden naturalidad e incluso tiene serios problemas en un esquema de pregunta-respuesta normal, donde aparecen silencios y pausas donde no debieran existir.
Si bien Caullier apunta a darle toques negros a la historia que hacen que el ritmo no decaiga por completo, lo apuntado anteriormente respecto de las actuaciones hace que en todo momento el film no logre tomar cuerpo y construirse en un producto cinematográfico sólido, quedando más identificado con una experiencia amateur o como trabajo práctico de alguna escuela de cine. Y como trabajo práctico, quedaría casi desaprobado.