Malas Semillas
Siempre serán bienvenidas las propuestas nacionales de género provengan de donde provengan pero paralelamente a esta afirmación llega otra que va de la mano y que tiene que ver estrictamente con el terreno de la crítica y del análisis del producto final. Una cosa son las intenciones loables y otra muy distinta los logros detrás de esas intenciones. La inocencia de la araña es una película fallida por varias razones que no pueden dejarse de lado.
En primer lugar la historia no aporta absolutamente nada nuevo ni original a la trillada película de chicas adolescentes obsesionadas por el profesor de turno, quienes en un increscendo de travesuras que terminan en actos peligrosos y presas de un pensamiento mágico propio de la edad –ambas tienen doce- buscan poseer a Manuel (Juan Gil Navarro), llegado desde Buenos Aires para hacerse cargo de la clase de biología y ávido conocedor de las tarántulas y más precisamente de su mascota Ofelia, que lo mira desde la pecera quizá tan obsesionada como sus alumnas Camila y Daniela (Lourdes Rodas y Renata Mussano), una manipuladora sobre la otra.
Ellas hacen todo juntas, son las mejores en la clase de biología y dentro del grupo despotrican contra las chetas y mucho más aún contra la profesora de gimnasia, Ana Ovejero (Gabriela Pastor), quien rápidamente seduce al profesor y se convierte en enemiga pública número uno de las niñas.
El gran defecto de esta película dirigida por el formoseño Sebastián Caulier radica en el casting al volcar toda la responsabilidad del relato en dos niñas que no son actrices y que carecen de naturalidad a la hora de hablar o decir el texto de un guión que lejos de apelar al coloquialismo redunda en frases altisonantes, algunas es cierto provenientes del mundo adulto que las protagonistas repiten en este juego de parecer algo que no son.
El registro elegido, mezcla de tono picaresco con ciertos atisbos de comedia negra, tampoco ayuda dado que la acción se reduce al ámbito escolar y demora bastante en explotar hacia la tensión que la situación reclama. No es coherente desde el punto de vista narrativo el camino de transformación de lo que comienza siendo un juego de niñas (hacen dibujos con corazones, sacan fotos y hasta recurren a la magia negra para hechizar al maestro) a lo que termina desencadenando que por razones obvias no revelaremos pero no hace falta pensar mucho para adivinar el derrotero del film.
Lo mágico y lo platónico se entrecruzan en esta historia pero de manera muy esquemática y paradójicamente infantil cuando en realidad lo infantil debería haber sido el mundo interior sin psicologismos y no el tratamiento cinematográfico.