Relato inquietante en tierra de “payés”
La araña, una tremenda tarántula, es inocente. Tampoco percibe diferencias entre lo moralmente bueno y lo malo. La nena más chica todavía es bastante inocente. Pero con el tiempo quizá desarrolle alguna rapidez para la malicia. Su amiguita, levemente más alta, es bastante rápida, maliciosa, y mala. Ambas, con el resentimiento propio de las más chiquitas de la clase, se juntan a chusmear sobre las más grandes. Y la más grande es la profesora de gimnasia, bien desarrollada, rápida, maliciosa, mala y dominadora. Y de mala fama. El profesor de biología, un tremendo buenote, encima lindo, es inocente.
Tales son los personajes, tales sus posibilidades. La araña en su casa de vidrio sin tapa, el profe en una casa vieja sin tomar precauciones, la acción en una localidad formoseña vecina al monte, tierra de payés, donde se juntan las alimañas, las tormentas, y los corazoncitos de extraños razonamientos. ¿Qué nena no se enamoró sanamente de algún profesor joven, y no hizo cosas insanas para que ninguna otra mujer se le arrime?
Relato inquietante, protagonizado por dos criaturas. Medio perversas, eso sí. Y lo que podría jugar en contra de la realización, la actuación tipo lectura recitada de las nenas, nos desarma con la doble ingenuidad de los personajes y sus intérpretes. También hay dobles comentarios, de las chicas que idealizan al hombre, y de la música que nos advierte o nos divierte, según convenga a los sucesos en trámite. Que la película pudo ser mejor, es cierto. Pero apunta bien, sigue a los pequeños clásicos de la extrañeza, y cae simpática. Sobre todo cuando se advierte que tiene un único actor de experiencia, Juan Gil Navarro, y que todo el equipo y el propio director son debutantes. El susodicho director, también guionista, se llama Sebastián Caulier. Un nombre a tener en cuenta.