HOMENAJE DE SCORSESE A OTRO GRANDE DEL CINE
Habiendo crecido en un sector de la ciudad de Nueva York conocido como La Pequeña Italia en los 1940s y ‘50s, Martin Scorsese halló un vínculo intenso dentro de las salas de cine de esa época, no sólo por la experiencia de ver las películas, sino también por un acercamiento a su padre, quien se sentaba junto a él, fomentando el naciente amor del futuro cineasta por este tipo de arte.
“La invención de Hugo Cabret” es un bello homenaje del realizador, dedicado al séptimo arte, y más especialmente, a uno de los directores pioneros de la Historia del cine: el francés Georges Méliès.
Pero el filme no se centra en esta mítica figura histórica, sino que posa su cámara sobre un niño huérfano que vive en una estación de trenes parisina, rodeado de diversos personajes algo estrafalarios y queribles. Es relojero, como su padre fallecido, y también ladrón (ya que debe robar para poder comer), y a partir de conocer a una niña que va a la estación a diario, comenzará una aventura que lo unirá con un pobre viejo triste, que es nada menos que ese legendario ilusionista y mago que había sido Méliès, ya olvidado en la París de los años 30.
El filme incluye memorables momentos que reflejan el nacimiento del cine en 1895, la primera función con público que miraba azorado una pantalla con imágenes en movimiento, y también relata, en un trascendental flashback, el desarrollo de Méliès dentro del mundo del cine y su famoso filme “Un viaje a la Luna”. Convencido de las posibilidades de futuro del invento, adquirió una cámara cinematográfica, construyó unos estudios en los alrededores de París y se volcó en la producción y dirección de películas. Pero su éxito fue moderado porque no pudo competir con las grandes productoras, y en la década del 30 pocos lo recordaban.
Scorsese reclutó una vez más a Ben Kinglsey para este legendario rol (habiendo participado en la anterior “La isla siniestra”), construido con mucho amor, representando al triste director francés que supo ser feliz en un pasado. Para el protagónico Hugo se decidió por Asa Butterfield, conocido por el filme "El niño con el pijama de rayas, un actorcito de 14 años que lleva en sus hombros el hilo de la trama, secundado a la perfección por Chloë Grace Moretz, que ya había sobresalido en títulos como “Déjame entrar” y “Kick ass”.
Lo mejor del filme es su dirección artística, su puesta en escena y los movimientos de cámara que aprovechan la tecnología del 3D para brindar un espectáculo audiovisual único. Los cinéfilos empedernidos y estudiantes de Cine se toparán (alegremente) con escenas que recrean con inusitada belleza lo que los libros de Historia relatan en sus páginas, nunca antes mostradas en una película de esta manera. Ése es un plus que se agradece, porque logra emocionar el hecho de ver en pantalla toda la magia (poéticamente hablando) que significó el nacimiento del Cine y los logros de quien fuese considerado por muchos como el padre de los géneros de la ciencia-ficción, la fantasía y las películas de terror.
Lo peor del filme es cierto aletargamiento en el ritmo, ya que Scorsese se toma casi toda la primera hora para meternos de lleno en lo que realmente importa de este guión, haciendo que la segunda parte sea más interesante que la primera. El riesgo que se corre es que, demorando tanto la acción, con la inclusión de secundarios que no aportan más que un contexto para el día a día de Hugo (el guarda de estación de Sacha Baron Cohen, la florista de Emily Mortimer, el librero de Christopher Lee), es que cierto público ya haya perdido la paciencia y no se deje llevar por el enternecedor tributo de Scorsese al arte que más ama, como muchos de nosotros…