Un homenaje de Scorsese al mago y pionero del cine George Méliès
Los grandes directores (Martin Scorsese, sin dudas, es uno de ellos) son capaces de transformar un material ajeno (en este caso, un guión de John Logan basado en una novela de Brian Selznick) en una película muy personal. En su nuevo largometraje, el creador de Taxi Driver , Toro salvaje y Buenos muchachos concreta un homenaje a un pionero del cine como Georges Méliès y una carta de amor al séptimo arte que incluye una advertencia sobre un tema que lo obsesiona: la preservación del patrimonio fílmico.
Quienes crean que estamos ante un sesudo y aburrido tratado cinéfilo, deberán saber que La invención de Hugo Cabret es una bella y épica fábula para toda la familia que narra la historia de un huérfano de 12 años que vive escondido dentro de una estación de trenes (la Gare de Montparnasse) en la París de 1931.
En otro rasgo distintivo de sus múltiples capacidades, Scorsese incursiona por primera vez en la tecnología estereoscópica y logra aprovechar el 3D, ya no como un simple juguete al servicio de tanto colega caprichoso (que luego la industria capitaliza cobrando entradas más caras), sino como una manera de ampliar la profundidad de campo y la espectacularidad de los complejos, vertiginosos y virtuosos travellings y de las tomas aéreas. En este sentido, La invención de Hugo Cabret es una de las películas que mejor explotan las posibilidades narrativas del 3D en términos casi coreográficos luego de Avatar .
Puede que el relato resulte un poco largo y complejo para los más pequeños, que los toques cómicos en la más pura línea del slapstick (humor físico) que propone el personaje de Sacha Baron Cohen (un inspector de la estación rengo que se dedica a perseguir con su Doberman al escurridizo Hugo) no siempre funcionen, que por momentos caiga en cierto regodeo visual artificioso o en una exaltación melancólica un poco exagerada, pero en buena parte de sus 126 minutos Scorsese nos regala una película fascinante, entrañable, con algunas de las escenas más hermosas (el pequeño protagonista colgado del reloj de la torre, los rodajes y la quema de las copias de los films de Méliès para ser usadas en la industria del calzado) vistas en el cine reciente.
Película de juguetes a cuerda y relojes, de magos y robots, La invención de Hugo Cabret resulta un engranaje casi perfecto, que remite a clásicos fundamentales como Metrópolis y Tiempos modernos , entre otros. Una superproducción de 170 millones de dólares de presupuesto que utiliza los mejores recursos de las nuevas tecnologías para reconstruir los inicios del cine, para sacar del olvido y reivindicar a esos grandes artesanos que enseñaron el camino cuando todo estaba aún por inventarse.