La invención de Hugo Cabret, libro de Brian Selznick que hace años está disponible en las librerías y nadie en los medios le dio pelota hasta ahora, es una de las obras literarias más extraordinarias que surgieron en los últimos años.
Un libro especial que combinó la literatura de prosa con el arte del cómic en una propuesta interesante.
Su lectura es fascinante porque cuando abrís el libro no tenés la sensación de estar leyendo una típica novela, sino que en realidad te ponés a disfrutar de una película muda que cobra vida en tus manos.
Hugo Cabret es un libro loquísimo por la manera en que el relato es narrado y en ese sentido la adaptación cinematográfica presentaba un interesante desafío que Martin Scorsese logró superar con creces.
No deja de ser llamativa la impunidad con la que algunos críticos califican sin escrúpulos este film como “la película infantil de Scorsese”, algo que me parece un enorme disparate.
Con ese criterio entonces el Disney Channel debería emitir más seguido Cinema Paradiso y Sunset Boulevard ya que son filmes que están a la par de este estreno.
La verdad que Hugo es tan infantil como “La guerra de los botones” de Louis Pergaud.
Si bien para el amante del cine la propuesta puede ser una experiencia inolvidable como propuesta familiar, que es como se la intenta vender desde la campaña de marketing, puede resultar complicada.
De hecho, creo que los chicos menores de 12 años van a pegarse un embole padre con este film producto de estas confusiones.
Lo mismo pasó con el libro, cuyo seguidores más entusiasta son adolescentes o personas adultas que tenían la madurez para disfrutar mejor la propuesta de Selznick, pero el marketin de la editorial estaba dirigido a chicos de 9 años que obviamente no le dieron bola a esta historia.
Hugo es un tributo sentimental y romántico a la historia del cine.
Muy especialmente a los comienzos de este arte cuando la gente recién empezaba a descubrir un nuevo medio donde se narraban historias.
La trama no deja ser también un emotivo y original homenaje a uno de los grandes magos del arte y padres del cine pochoclero, como fue George Méllèis.
Un artista que creía en la magia y la trabajaba en sus producciones que son recreadas con mucho cariño por Scorsese, quien además en esta producción brinda un mensaje poderoso y contundente sobre la preservación del cine.
Desde los aspectos técnicos la película es increíble y el director da una cátedra sobre como sacarle provecho a las herramientas modernas como la animación computada y las tres dimensiones (que no es igual a la que se trabajaba hace 30 años) que en este caso están al servicio de una buena historia en lugar de limitarse a ofrecer un cotillón visual; la esencia del cine de Mélliès que en la actualidad olvidan muchos cineastas.
El plano secuencia (una de las grandes especialidades de Scorsese) con el que se inicia este film es contundente al respecto.
El 3D en este caso tiene la función de acentuar con mayor profundidad de campo las imágenes que le permiten al espectador apreciar al máximo todos los detalles de la espectacular dirección de arte que te dejan con la boca abierta en más de una escena.
La única objeción que se le puede hacer a Scorsese en el tratamiento de esta historia es que en la película, desde el momento en que aparece Ben Kinsley en la trama, Hugo queda pintado al olio y su historia personal termina por perder fuerza y no resulta tan emotiva como en el libro.
Los protagonistas Assa Butterfield y Chloe Moretz están muy bien en sus personajes y se destacan también Sacha Baron Cohen y Ben Kingsley dentro del reparto.
Hugo representa otra muy buena película de Scorsese que se suma a la cartelera y que me atrevería a decir es de visión obligatoria en una sala de cine.