Homenajes
Por más que lea y relea las críticas que abundan en los medios, deslumbrados por la última película de Scorsese, no he sido capaz de hacer coincidir tantos halagos con mi experiencia durante el visionado del filme. A los que se les hace agua la boca por Hugo, hablan básicamente de tres cosas: 1) homenaje, 2) emotividad y 3) impacto visual. Solo puedo decir que coincido con el último item, pues técnicamente, La invención de Hugo Cabret es sencillamente maravillosa. El homenaje -en este caso a George Melies, uno de los pioneros del cine- está presente a tal punto que Melies es el personaje principal de la segunda mitad del metraje, lo cual evidencia algunos problemas en el guión de John Logan (también responsable de Gladiador y El aviador). Por último, suena extraño decir que la historia de un huérfano que vive escondido en una estación de trenes en Paris tratando de descubrir una forma de reconectarse emocionalmente con su padre muerto a través de una especie de robot es poco emotiva, pero es la pura verdad: la historia de Hugo es sosa y fría, la conexión del autómata con la memoria de su padre está completamente agarrada de los pelos y a eso se le agrega el "peligro inminente" de que un guardia de la estación -interpretado payasescamente por Sacha Baron Cohen- lo atrape y lo envíe a un orfanato. Todo en la historia de Hugo es rebuscado y poco convincente aún para una película con tintes fantásticos.
Padre, hijo y autómata: una relación caprichosa
No es difícil elogiar a Scorsese, un verdadero maestro del cine contemporáneo, que con esta incursión en las películas aptas para todo público (¡y en 3D!), ya se puede decir que lo ha hecho todo. Y tampoco es difícil halagar a un filme que homenajea a un artista fenomenal, al primer tipo que pensó el cine como una forma de entretenimiento: George Melies inventó los efectos especiales, la compaginación y hasta podríamos decir la ficción en el cine que hasta ese momento tenía una función experimental y más ligada a lo "documental". La recreación de sus películas dentro de este filme es, sin dudas, sensacional y es un placer poder disfrutar de fragmentos (ya sean reales o reconstruidos) de aquellos filmes de fines del 1800 y comienzos del 1900. Sin embargo, no es suficiente como para aseverar que Hugo es una gran película, en especial porque toda la historia de este huérfano genio es una excusa para contar la historia de Melies. Tal es así que el protagonista pierde terreno sobre el final y es desplazado por la figura del viejo cineasta.
No queda más que quitarse el sombrero con el apartado técnico del filme: el diseño de los escenarios y el uso del 3D es simplemente majestuoso. Scorsese juega mucho con planos secuencias y travellings larguísimos que atraviesan cosas, pero principalmente le da gracia a cada plano con una profundidad de campo impactante que nos hace sentir que el artilugio de las tres dimensiones es algo más que objetos flotando fuera de la pantalla.
Muuuuucha profundidad de campo en las escenas, lo mejor del filme.
El elenco cumple una muy buena tarea: cada intérprete logra hacer lucir a sus personajes pese a que el marco general en el que interactúan no les brinde tanto espacio para el lucimiento. El ejemplo más claro es el de Sacha Baron Cohen, quien logra un personaje simpático pese a que no tenga razón de ser dentro de la historia. La amenaza del guardia y su perro, apuntada hacia lo grotesco aunque resulte un peligro que se supone serio para el protagonista, no parece haber sido construída de la mejor manera, puesto que este doble juego entre cómico y peligroso termina por no funcionar ni para un lado ni para el otro. Mientras tanto, la posibilidad de un interés amoroso para este hombre es un hilo que el guión abre caprichosamente, tan solo para que sobre el final el personaje pueda demostrar la compasión que no tuvo durante todo el resto del metraje.
Si Hugo no genera emoción es porque su guión es trunco e intermitente y carece del vuelo narrativo necesario. Claramente no es por culpa de Asa Butterfield (El chico del pijama a rayas), que hace todo lo que debe para generar empatía con un personaje que, en definitiva, nos deja de importar a medida que avanza el relato. Algo similar sucede con Chloe Moretz (Kick-Ass, Let me in, 500 días con ella) quien también logra un buen trabajo como para confirmar que no es una casualidad la cantidad de elogios que ha cosechado durante sus últimos filmes, pero cuyo papel termina siendo de mero instrumento dentro de una historia que está hecha para otro. Su personaje termina narrándonos la historia con una voz en off que nunca antes apareció durante el filme, lo que nuevamente demuestra un capricho de guión innecesario y difícil de explicar. Finalmente, Ben Kingsley y Helen McCrory, como Melies y su esposa, quienes logran las performances más eficaces, no porque sus performances sean tanto mejores a las de los demás, pero sí porque el guión les brinda la posibilidad de tener situaciones protagónicas de mayor dramatismo.
Sin embargo, el peor pecado del guión no son sus caprichos, su arbitrariedad, su falta de emoción y hasta de aventura (¿lo peor que le puede pasar a Hugo es que ese guardia tontuelo lo atrape?), sino su falta de sorpresa. La invención de Hugo (¿qué invención? ¿acaso inventa algo?) es una película absolutamente predecible en donde sucede todo lo que se supone que va a suceder, pero con un ritmo denso y carente de fuerza. Visualmente imponente, Hugo es un filme digno de verse, sin duda, pero que adolesce de todo tipo de atractivo narrativo como para sostener tamaño artificio estético.