La magia del cine, de la mano de Martin Scorsese.
Uno de los principales problemas que tiene la película es su promoción, que pareciera etiquetar al film como una película de niños, lo cual es tan soso como pensar que Cinema Paradiso es también una cinta infantil, cuando en realidad ambas películas sólo emplean a niños como un punto de partida, para presentarnos una historia mucho mas compleja y sustancial, cuyo verdadero protagonista es la historia del cine.
Hugo (Asa Buterfield) es un niño huérfano, sí, pero ante todo es un explorador e inventor y el presentarnos estas cualidades del personaje central (no principal) es la verdadera intención de la película. Hacer ver al espectador que todo el mundo es part de una gran maquinaria y que todos tienen un propósito por mas que este no sea evidente a simple vista.
Pero como mencionaba, mientras el personaje central de la película es Hugo, el personaje principal es Georges Meliés (Ben Kingsley), ya que es la vida y obra de este director de cine, la que sirve de hilo conductor para desentrañar los misterios que rodean al pequeño. Es el inexplicable retiro de este genio de la cinematografía, inventor, mago y ahora acabado juguetero, lo que impulsan a Hugo en un sinfín de aventuras por desentrañar los misterios que rodean a un autómata que fue el último trabajo en el que su padre (Jude Law) laboró. En esta odisea, nuestro héroe se aliará con la nieta del cineasta, Isabelle (Chloe Moretz) una voraz lectora que ayudará al protagonista a escapar del amargado inspector (Sacha Baron Cohen) de la estación de trenes en donde Hugo habita y da mantenimiento a los relojes.
Visualmente la película es una obra maestra, donde cada engrane, tornillo y bisagra de cualquier reloj de la estación de trenes y del autómata son fotografiados, representando cada una de las partes del film que ensambla una máquina espectacular y perfecta para el espectador.
Pero es el homenaje al cine de Meliés donde la cinta encuentra su mayor virtud y es en la yuxtaposición de una película moderna con una hechura impresionante contra el cine fantástico y surrealista del director francés, que Martin Scorsese logra atrapar al público y reafirmarse como realizador en un generó poco explorado para él.
Hugo es una película de un gran realismo mágico, donde los dibujos vuelan y cobran vida, donde los inventos del pasado se ven tan innovadores y fantásticos como en esa época y donde los espacios confinados se transforman en laberintos de un gran misterio y de una mayor aventura, atrapando y cautivando por completo a los espectadores.
La única nota falible que se puede encontrar en la adaptación de libro de Brian Seltznic, es que el director no logra decidirse sobre en cual de los dos personajes realmente definir la atención, lo cual evita que uno pueda conmoverse tanto por el drama del huérfano, como por el abatido espíritu del viejo director.
Hugo, de Scorsese, no es ni por mucho el Viaje a la Luna de Meliés, pero si es una visión fresca sobre los inicios del cine, del cual muchas personas serán beneficiadas de recordar a estos pioneros de una industria en donde no solo hicieron cine, también hicieron historia y sobre todo hicieron magia.