Repetir una fórmula en muchos casos garantiza el éxito, aunque también puede significar un agotamiento en la audiencia y un completo aburrimiento, si es que la repetición es una copia al carbón. Dicho eso, la secuela de .Rec fue criticada exactamente por ello y más por explicar de una manera burda y poco congruente el origen de la epidemia, la cual es el hilo conductor de esta saga. En la tercera entrega denominada Génesis, el director Paco Plaza, repite la fórmula original, sólo durante la primera parte del film. Ahí esta la grabación casera, con sus movimientos de cámara torpes y bruscos, los cortes improvisados, etc. Constantes en las otras películas y que cumplen cabalmente su función para presentarnos e involucrarnos con los personajes. Y eso es .Rec 3, en una boda en España, uno de los invitados trae consigo el virus (que en anteriores entregas se explico es el demonio mismo) y en pleno festejo es cuando el virus se incuba y a través de feroces ataques, empieza a propagarse entre todos los invitados. La película es en este momento donde cambia radicalmente y se convierte en una farsa que hace una clara alusión y homenaje a películas de cine Gore, como Evil Dead y su famosa tercera parte Army of Darkness, pasando también por Shaun of the Dead. La cinta se centra en los recién casados los cuales ante el caos se ven separados y deberán encontrar su camino entre una horda de zombies, intentando inútilmente escapar del mal. .Rec 3: Génesis, es una película partida, pero que permite que los fans de la saga disfruten una primer parte fiel a los anteriores capítulos y se aventura en otros géneros y formas para explorar mas el universo construido en esta saga. Sin duda, una manufactura impecable y digna de exportación, totalmente dirigida a un publico cautivo y amantes del género que verán satisfechos sus deseos de sangre y violencia. Nota: La película se estrenará en México este viernes y en Argentina el jueves 19 de abril.
La magia del cine, de la mano de Martin Scorsese. Uno de los principales problemas que tiene la película es su promoción, que pareciera etiquetar al film como una película de niños, lo cual es tan soso como pensar que Cinema Paradiso es también una cinta infantil, cuando en realidad ambas películas sólo emplean a niños como un punto de partida, para presentarnos una historia mucho mas compleja y sustancial, cuyo verdadero protagonista es la historia del cine. Hugo (Asa Buterfield) es un niño huérfano, sí, pero ante todo es un explorador e inventor y el presentarnos estas cualidades del personaje central (no principal) es la verdadera intención de la película. Hacer ver al espectador que todo el mundo es part de una gran maquinaria y que todos tienen un propósito por mas que este no sea evidente a simple vista. Pero como mencionaba, mientras el personaje central de la película es Hugo, el personaje principal es Georges Meliés (Ben Kingsley), ya que es la vida y obra de este director de cine, la que sirve de hilo conductor para desentrañar los misterios que rodean al pequeño. Es el inexplicable retiro de este genio de la cinematografía, inventor, mago y ahora acabado juguetero, lo que impulsan a Hugo en un sinfín de aventuras por desentrañar los misterios que rodean a un autómata que fue el último trabajo en el que su padre (Jude Law) laboró. En esta odisea, nuestro héroe se aliará con la nieta del cineasta, Isabelle (Chloe Moretz) una voraz lectora que ayudará al protagonista a escapar del amargado inspector (Sacha Baron Cohen) de la estación de trenes en donde Hugo habita y da mantenimiento a los relojes. Visualmente la película es una obra maestra, donde cada engrane, tornillo y bisagra de cualquier reloj de la estación de trenes y del autómata son fotografiados, representando cada una de las partes del film que ensambla una máquina espectacular y perfecta para el espectador. Pero es el homenaje al cine de Meliés donde la cinta encuentra su mayor virtud y es en la yuxtaposición de una película moderna con una hechura impresionante contra el cine fantástico y surrealista del director francés, que Martin Scorsese logra atrapar al público y reafirmarse como realizador en un generó poco explorado para él. Hugo es una película de un gran realismo mágico, donde los dibujos vuelan y cobran vida, donde los inventos del pasado se ven tan innovadores y fantásticos como en esa época y donde los espacios confinados se transforman en laberintos de un gran misterio y de una mayor aventura, atrapando y cautivando por completo a los espectadores. La única nota falible que se puede encontrar en la adaptación de libro de Brian Seltznic, es que el director no logra decidirse sobre en cual de los dos personajes realmente definir la atención, lo cual evita que uno pueda conmoverse tanto por el drama del huérfano, como por el abatido espíritu del viejo director. Hugo, de Scorsese, no es ni por mucho el Viaje a la Luna de Meliés, pero si es una visión fresca sobre los inicios del cine, del cual muchas personas serán beneficiadas de recordar a estos pioneros de una industria en donde no solo hicieron cine, también hicieron historia y sobre todo hicieron magia.
Los productores de 300 se unieron a Tarsem Singh para darle vida a los míticos héroes y dioses griegos. Aunque el cine Hollywoodense jamás ha podido (y creo que tampoco lo ha querido) retratar las metáforas y simbolismos de la mitología griega, si en innumerables ocasiones, ha tratado de recrear la magia y épica de las leyendas helénicas. En este campo, los efectos visuales han logrado que el mundo de barbarie y brutalidad de esos tiempos eclipse el mundo de la razón y la lógica que realmente significó el origen de la civilización y en este tenor la meca del cine ha logrado que este género gane un sinfín de adeptos y fanáticos, que han nutrido su interés en cintas como Troya, 300, Furia de Titanes, etc. Por ello no es de extrañarse que en la cinta Inmortales, la historia de Teseo (Henry Cavill), el mítico héroe que venció al toro de Maratón y al Minotauro, sea solo abordada vagamente y que se presente al otrora hijo de Egeo (aquí convertido en un semidios) en un peón entre la guerra de un rey mortal (Hyperión, interpretado por Mickey Rourke) que desea liberar a los titanes para de esta manera vencer a los dioses a los que ha jurado destruir. La cinta se toma cualquier cantidad de libertades temáticas y simplemente se enfoca en el camino del protagonista para vengar a su madre y a su pueblo del tirano que ha invadido sus tierras en su búsqueda por el legendario arco de Epiro. Lo interesante del planteamiento de esta versión, radica en que a la par del conflicto encontraremos a dioses muy humanos que aunque interactúan con los humanos, no interfieren con ellos, con lo que adoctrinan a la audiencia sobre la verdadera importancia del libre albedrío y de cómo se puede trascender en la vida a través de las obras y proezas (lo cual denota que el director intento emular más la versión de Hércules de Disney que leer los mitos griegos). En este revoltijo de ideas y mitos, aparece Fedra (Freida Pinto) como el interés romántico del héroe y como una refrito mas de esa ya desgastada idea de la pitonisa casta y pura que cede sus dones ante el macho y arrebatador protagonista el cual no solo nos convence de su nobleza y valor, sino que de paso nos permite también profetizar que su interpretación del hombre de acero en el 2013 será todo un éxito. Y es así como el mayor acierto de la película es la elección de este joven actor británico, ya que increíblemente en una película plagada por personajes y deidades, lo mas reconocible es la interpretación de Cavill, quizá solo equiparable a la de un siempre excelso John Hurt y la mencionada Pinto. Digna mención merece el vestuario y diseño de arte de los dioses y el Olimpo, los cuales literalmente aparecen como un mundo mágico que se yergue sobre el de los humanos. Inmortales es una cinta entretenida que poco tiene de relación con los mitos de los personajes que presenta, pero que visualmente se cobija del buen manejo de la imagen del director indio Tarsem Singh cuyo mejor trabajo sin duda sigue siendo La celda (2000) y que sin lograr nada memorable consigue el principal objetivo del cine que es entretener. Narciso Vásquez
¿Cómo nace el mal, cómo se nutre? ¿Es responsable de él quien lo engendra? ¿Su desprecio y rechazo son justificantes o agravantes? Esta son solo algunas de las preguntas que presenta ésta interesante y compleja película psicológica. Perturbadora e inquietante, la cinta nos presenta a través de un desarmado rompecabezas, la vida de Eva Khatchadourian (Tilda Swinton- sensacional), en un momento en el que es una persona alienada, odiada y acosada por una sociedad que pareciera tener todo el motivo para demostrarle esta antipatía. Poco a poco la directora nos va develando a Kevin, su primogénito, un niño que desde su concepción pareciera odiar y despreciar a su madre. Durante la primera mitad del film descubriremos como es que este odio va creciendo y abalanzándose sobre toda la comunidad. Para después demostrarnos una verdad que ni la madre, ni nosotros deseamos afrontar. Kevin comprenderemos es un monstruo, en el verdadero, crudo y estricto sentido en el que una persona puede convertirse en un ser despreciable y aborrecible. Sin embargo, la película aborda no sólo este tema, sino que nos presenta la disyuntiva de la responsabilidad, las obligaciones y las culpas que pareciera van implícitas en el cariño y en el amor maternal. Kevin pareciera no merecer ningún tipo de afecto, ni empatía y sin embargo tampoco nos elude el hecho de que pareciera que Eva es de alguna forma causa y efecto. Tenemos que hablar de Kevin no es una película sencilla, genera ambientes y sensaciones con una edición desordenada, una cámara intrusiva que se mete desde las pupilas hasta las entrañas de los personajes y con una banda sonora que violenta casi de la misma forma que las imágenes. El desenlace es formidable no porque se descubra la tragedia, sino porque nos demuestra que nuestros personajes son más humanos y reales de lo que realmente nos atrevíamos a suponer. De esta forma la directora toma una postura y nos propone que la sangre es más fuerte que la razón. La mejor película del 2011, estará plagada de premios, sin duda alguna, los cuales además de reconocer el gran trabajo histriónico de sus protagonistas (mención especial a Ezra Miller y Jasper Newell) y el de la directora Lynne Ramsay. Pero principalmente las preseas deberán ayudar a reconocer a la sociedad algo aún más terrorífico, en el fondo no es la capacidad de odio lo que nos hace repudiar a Kevin, sino nuestra imposibilidad e ignorancia para entender al igual que su madre que hay en su cabeza.
Hacer una biopic de una de las figuras norteamericanas más importantes de la primera mitad del siglo pasado, sería suficiente garantía para acudir al cine, pero si a este esfuerzo le suman las colaboraciones de tres grandes actores y un experimentado y laureado director, el resultado es simplemente sensacional. J. Edgar, la mas reciente película de Clint Eastwood, es un retrato intimista de una de las personas más poderosas de Estados Unidos durante la guerra fría, al cual se le acredita la consolidación del FBI como organismo de investigación y central de inteligencia de la nación más poderosa en ese momento histórico. Pero el film lejos de centrarse en la mera enumeración de los grandes momentos del personaje, nos conduce a sus entrañas a la parte formativa y éxitosa; que simultáneamente en pantalla, vemos como se convierte también en su corrupción y ruina. Eastwood elige jugar con el tiempo, de la misma forma que la memoria juega con los recuerdos y por ello también nos presenta sucesos que no acontecen como el protagonista recuerda. La película además de una excelente dirección y un maquillaje que seguramente merecerá varios galardones, recae en 5 actuaciones que consiguen matices perfectos y precisos, eclipsando cualquier suceso externo para conmovernos sutilmente con las revelaciones del alma de cada uno de los personajes. Leonardo Dicaprio se ha esmerado en la construcción de un rol, que lo catapulta y consolida como uno de los grandes histriones de la actualidad, que convence a detractores (como su servidor) y reafirma sus trabajos pasados en donde ya había conseguido esta excelencia interpretativa (El Aviador y Solo por un sueño). La película, dicho eso, es Leonardo DiCaprio y es él quien consigue cautivarnos mientras presenta a este hombre paranoico y egocéntrico que de no ser por el actor sería imposible de empatizar. Claro que debe mencionarse que el estar acompañado de Judi Dench, Naomi Watts resalta su interpretación pero el mérito del éxito del film es exclusivo de Dicaprio y Armie Hammer, el cual sorprende a propios y extraños con su interpretación de Clyde Tolson, el fiel y eterno colaborador y compañero de J. Edgar Hoover, papel que me aventuro le valdrá también una nominación como actor de reparto. El único demerito del film puede ser el ritmo y la fotografía, pero en nada sustraen el resultado final de un film que encabeza en este momento las películas favoritas a contender por un premio de la academia J. Edgar es una película muy interesante sobre un hombre narcisista, excéntrico, lleno de fobias, estereotipos y traumas, que por más de 50 años se dedico a cazar y acabar con todos los monstruos y enemigos del sistema norteamericano, pero que nunca se enfrentó a sus propios demonios.
Muchas características definen el cine de Almodóvar; Irreverente, provocativo, introspectivo y sobre todo controvertido, pero además de esos calificativos es innegable la excelente manufactura del español en su prolífico trabajo. En su más reciente producción, el cineasta mantiene todos estos elementos, pero aventurándose ahora en un género poco explorado en su carrera, el suspenso; Logrando de esta manera, atrapar al espectador con su ritmo, narrativa, arte y una muy bien lograda banda sonora que se engalana con la presencia de Biuka, una excelente cantante afroespañola. La cinta La piel que hábito habla de obsesiones, de culpas, de deseos y venganzas, las cuales se nos van descubriendo poco a poco, pero de una forma perturbadora desde el principio y dejando nada en claro, inquietándonos de una manera angustiante, que recrudece con los juegos y saltos de tiempo en el film. La película nos presenta al Dr. Robert Ledgard un prestigioso cirujano plástico que a raíz de la trágica muerte de su mujer, se avoca a la tarea de encontrar una piel bella e invulnerable, experimentando en secreto con una mujer que tiene cautiva, cuyo encierro y origen comprenden el principal misterio de la historia. Es cierto que el director se toma muchas libertades argumentales para describirnos como entre prisionero y celador se empieza a desarrollar una variación enferma del síndrome de Estocolmo. Pero con un excelso control del drama, Almodóvar llega a convencernos y obviar todo para enfocar nuestra atención en atestiguar los hechos que llevaron a nuestros protagonistas a un punto catártico donde no hay mas remedio que gritar las verdades, de rasgar las heridas y al mismo tiempo abrir la piel que, para uno es coraza, para otro prisión y para otros disfraz. La piel que habito es una reinterpretación del mito de Pigmalión y Galatea, donde el creador se enamora de su creación, pero como en toda historia de Almodóvar esa adoración y amor es enferma, mal encausada, pero no por ello menos real e intensa. Antonio Banderas bien dirigido por alguien que conoce todos sus rangos histriónicos es asertivo y maravilloso, Erika Anaya es, no sólo preciosa, sino frágil, vulnerable, pero además capaz de mimetizarse y cambiar de piel en la película como si fuera un camaleón. El resto del reparto no solo son cómplices y testigos, sino protagonistas de historias veladas que si no merecen mas tiempo en pantalla es sólo porque a estas alturas Almodóvar nos tiene enganchados en una trama que a estas alturas nos ha desollado y despellejado nuestros tabúes, miedos, perversiones y valores. Debe mencionarse que esta no es la mejor película de Almodóvar pero no obstante, sí la más impactante, por lo que es sin duda, una necesaria recomendación y motivo de amplias horas de discusión y degustación. Algunas películas no deben ser desmenuzadas para evitar arruinar la sorpresa y esta es una de ellas, donde el clímax amarra al espectador a su asiento, atrapándolo en una piel que nadie más que el director desea habitar.