EL SENTIDO DEL CINE
La invención de Hugo Cabret es un emocionante y bello film, en el cual el director Martin Scorsese expone sus temas y obsesiones personales a la vez que realiza una enorme y espectacular oda al cine y su importancia en nuestras vidas.
El ser humano es una máquina imperfecta y su destino, un misterio. Es posible que la naturaleza sea sabia, pero desde la toma de conciencia acerca de su existencia, el ser humano está enfrentado a preguntas sin respuesta. Cada generación se enfrenta a los mismos conflictos y los vive como si fuera la primera en hacerlo. Lo cierto es que cada generación vive solo una vez y cada persona experimenta en soledad sus angustias existenciales. Esas máquinas imperfectas no lo son necesariamente desde su funcionamiento mecánico, sino desde sus fallas emocionales. Sus piezas faltantes, aquellas que parecen tener la respuesta para la pregunta acerca del sentido de nuestra existencia, pueden encontrarse en cualquier lado, pueden llegar desde los espacios más inesperados. De eso, en parte, trata La invención de Hugo Cabret.
Hay películas que tienen un encanto irresistible. Películas cuyas historias nos conmueven y sus imágenes nos transportan. La invención de Hugo Cabret, de Martin Scorsese es una película luminosa, una de esas combinaciones que producen un efecto casi mágico. Su director, famoso por hacer film duros y violentos, es sin duda uno de los profesionales más prestigiosos y probados del cine contemporáneo. Scorsese se ha lucido con obras maestras como Taxi Driver, Toro salvaje, El rey de la comedia y Buenos muchachos. Y llegó a ganar un postergado Oscar por Los infiltrados, a mediados de la década pasada. Scorsese renuncia aquí a toda la violencia que caracteriza su cine pero no a sus temas favoritos. El encanto de la película consiste en la genuina inspiración que el tema principal le produce al director. Hugo, tal es el título original del film, cuenta la historia de un niño huérfano que vive en la torre de una estación de tren en Paris. Sin que nadie sepa que él es quien hace que el reloj de la estación se mantenga en funcionamiento. Los tiempos de los demás están regidos secretamente por el niño. Pero hay algo que lo obsesiona: un autómata que su padre ha dejado a medio reparar y que el pequeño Hugo desea volver a poner en funcionamiento. El está convencido de que cuando el autómata funcione, será capaz de transmitir un mensaje de su padre muerto. Pero la máquina no funciona, hay una llave que Hugo no posee, y sin ella toda la maravilla del autómata no logrará jamás desplegarse.
(A partir de este momento se adelantarán elementos de la trama de la película)
La pregunta es cuál de los personajes de la historia es aquel con el que Martin Scorsese se identifica más. Hay varios, muchos, más allá del protagonista. Lo cierto es que todo gira en torno a la vocación, a la pasión que anima a las personas hacia alguna tarea en particular. Hugo busca en ese autómata una respuesta, él busca una respuesta, la respuesta será, para los personajes principales de Hugo, el cine. Pero no es necesario ser cinéfilo para entender que en la vocación de las personas muchas veces suele hallarse el sentido de su existencia. ¿Es Hugo Cabret el alter ego del director? También podría ser René Tabard, el cinéfilo historiador, admirador incondicional de Georges Meliés. Y el propio Méliès es un personaje scorsesiano por excelencia. Un visionario incomprendido, un apasionado y lúcido hombre adelantado a su tiempo, un carácter muchas veces retratado en el cine de Scorsese. O tal vez es Isabelle, quien parece destinada a ser quien cuenta la historia de todos, como el propio director de la película.
Es cierto que el film es un homenaje al pionero más entrañable de la historia del cine, pero más que un homenaje esto es un excusa a través de la cual el director nos dice cómo el cine –o cualquier otra cosa que nos apasione- es la llave que termina abriendo las puertas de nuestra esencia. Ese corazón que finalmente nos explica quiénes somos y para qué hemos venido al mundo. No es tampoco un recorrido histórico sobre la carrera del director de Viaje a la luna (1902) ya que las licencias poéticas que la película necesariamente se toma la alejan de cualquier recorrido riguroso acerca de su verdadera carrera.
Para muchas personas, Scorsese entre ellas, el cine es el medio a través del cual uno puede hacerse las preguntas sobre la existencia y ensayar respuestas incompletas, que nos ayudan a sobrellevar nuestras angustias. Esa máquina fría –la cámara, el autómata, el cine- tiene la capacidad de expresar todos nuestros sentimientos, nuestras ambiciones, a la vez que nos deslumbra, nos abre el apetito por la aventura e incrementa nuestro gusto por la belleza. Belleza, aventura, emoción, ideas, todo lo que el cine ha sabido darnos desde sus comienzos. El cine ha sido para muchos de nosotros un espacio de revelaciones. Un lugar donde nos hemos visto reflejados, donde aprendimos a explorarnos. Cada nueva película, cada nueva escena, podría ser la que tenga esa respuesta aún no hallada, la llave de aquello que todavía no hemos podido abrir. Scorsese nos brinda un regalo más: además de sus temas, la película tiene la inocencia de quien descubre el mundo. Un director veterano nos lleva al corazón del cine y nos hace vivir la historia con ojos inocentes, ansiosos por ver. Eso la hace emocionante y entretenida, además de todo lo ya dicho. El despliegue visual de Hugo es deslumbrante y arrebatador. Incluso el uso del 3D es el más notable visto hasta la fecha. La película no solo explora el sentido de la existencia y del cine mismo, sino que además es en sí misma una experiencia inolvidable.