Tiempos modernos
La última película del gran Martin Scorsese es una fabula en 3D impensada. El director de Buenos Muchachos, Casino, Pandillas de New York, La Isla Siniestra (y un extenso etcétera) nos presenta una historia a lo Dickens y nos convence desde el primer instante.
Comienza con un niño que observa, que vive con los ojos, escondido en una estación de trenes de París donde mantiene los relojes de la estación. Observa ávido al enigmático propietario de una tienda de juguetes. A este juguetero (un siempre convincente Ben Kinsgley) se le cae una pieza de sus invenciones, Hugo (ese es el nombre de este niño escondido dentro de las paredes) corre a su búsqueda. El encuentro con el juguetero será determinante para la vida de ambos.
Scorsese lanza en La Invención de Hugo Cabret una enorme declaración de su amor por el cine, por su pasado y por que no sea olvidado (indispensable para entender este amor es ver su documental Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano). Utiliza entonces lo nuevo para recordar el pasado. Decide rememorar el comienzo del cine a puro 3D. Este truco técnico que hoy acercó a la sala de cine a un público deseoso de la novedad. Trucos del cine como los que se utilizaron desde siempre para sobrevivir a la televisión, al video, a la piratería. Entonces la historia de este niño huérfano que desea recuperar a su padre encontrara (como lo hizo Scorsese) en la pantalla grande un nuevo hogar.
Este film de alguna manera es terrible, la desolación de Hugo es abrumadora, su obsesión por tratar de recuperar a su padre es asfixiante, nosotros compartimos ese dolor, una tristeza que en un determinando punto nos romperá el corazón. El padre de Hugo (Jude Law), maestro relojero, trabajaba junto a él en la reparación de un autómata estropeado (un hombre mecánico capaz de escribir con un pluma estilográfica) cuando sobreviene su fatal destino. Hugo espera de alguna manera encontrar en esa reconstrucción del autómata una razón que de sentido a su vida. Esta imposible epopeya conmueve de tal manera que se hace imposible no sentirse devastado por esa búsqueda de una señal divina, de un pater frankestein.
La historia de ese juguetero llamado Georges también está vinculada con una enorme perdida, la de Hugo es de un padre, la de Georges es la de una herencia. El sueño, el truco, la magia que es el cine los unirá para siempre.
Esta cercanía entre Hugo y Georges será posible por la ahijada del anciano, Isabelle (Chloe Moretz) una apasionada lectora que encontrará en Hugo la oportunidad de una aventura más allá de las frías páginas de los libros. En la estación de trenes también habrá un villano de caricatura, encarnado por el guardia de la estación (Sacha Baron Cohen) y su doberman. Este personaje es el que carga con el humor físico del film.
La sombría fabula (que Scorsese no oculta en lo más mínimo) es una donde las obsesiones están a flor de piel, mostrando su faceta más apasionada y destructora. Esa mirada del niño (que es la de Scorsese y la de todo amante del cine) sobre la pantalla grande es impecable, entregando una pasión de la que cualquiera que vaya al cine no podrá escapar.