Santiago Loza es un cineasta con un fuerte sello personal que mantiene una unidad de estilo aunque sus films transiten por distintos escenarios y temáticas. Sus obsesiones formales y narrativas no buscan la empatía del espectador medio y ese registro estético está presente en su nueva pieza La invención de la carne, que tras ese pretencioso título aborda el incierto viaje emprendido por una extraña pareja taciturna, que luego derivará en la inesperada apropiación de un bebé. Una trama relativamente sencilla y dotada de ciertos simbolismos complejos pero comprensibles, que aún así no garantizan el entendimiento o un objetivo claro de la propuesta. Lo cual no es un factor imprescindible en el cine ni en ningún arte, pero en este caso podría estar plasmado en forma más apasionada y atrayente. Los escasos diálogos, ajustados y lacónicos, no están dispuestos como simples apuntes que acompañan las imágenes, sino que disparan conceptos enfáticos, tornándose forzados y poco creíbles. Algunas escenas bellas y audaces como el baño bajo el agua con el bebé, no alcanzan para justificar la totalidad de un metraje –corto- en el que los protagonistas deben luchar interpretativamente con situaciones antojadizas. Al menos en este plano Umbra Colombo se muestra mucho más convincente que su joven compañero.