Los usurpadores de cuerpos
El director cordobés de Extraño, Cuatro mujeres descalzas, Artico y Rosa Patria filmó en Entre Ríos y Buenos Aires la relación entre dos personajes decididamente borderline -una mujer que entrega su cuerpo para prácticas de estudiantes de medicina (y luego también a cuanto empresario o camionero se le cruce) y un gay reprimido con un secreto por descubrir- que inician un viaje juntos.
En medio de sus angustias, de su patetismo, de sus silencios, de sus miserias, de sus carencias afecivas y sexuales, de sus obsesiones y hasta de sus perversiones, surge algún tipo de comprensión, de atracción, pero también de tensión que termina por estallar.
Una árida, seca y demasiado fría combinación entre el melodrama y la road-movie construida a fuerza de climas, de detalles y de observaciones más que de un relato de estructura clásica. Hay ideas, situaciones, encuadres, viñetas, sonidos y paisajes que resultan logrados e inquietantes, pero la película (empezando por la labor de su dúo protagónico) resulta bastante fallida. De todas maneras, está claro que Loza hizo la película que quiso y sus búsquedas -siempre abiertas a la experimentación visual y narrativa- tienen aspectos estimulantes.