Dos personajes. Soledad. Silencio. Obsesión. Un viaje incierto. Y la carne, siempre la carne. El cuerpo humano cosificado por el dolor, por la ausencia de sentido, por la extrañeza.
Santiago Loza sorprende una vez más con una película inexplicable, en el mejor sentido de la expresión. Porque el cuerpo es indefinible, y hay impresiones que no se pueden nombrar. ¿Cómo explicar sensaciones como el dolor, el hambre, la angustia? No hay palabras que describan los sentimientos, las necesidades más profundas del ser.
Las razones de estos personajes son universales, hay una cuestión con lo orgánico que atraviesa toda la película pero que además nos atraviesa como seres humanos: la necesidad de afecto, la búsqueda de sentido, el instinto de procrear, conservar la raza, superar nuestra propia existencia.
La carne es el significante estrella de esta historia. La sutileza con la que está filmada la convierte en algo etéreo, tanto que por momentos se pierde la noción de forma, espacio. Cada uno de esos planos detalle de la piel despliega un abanico de sensaciones al servicio del espectador: la carne conmueve, impresiona, excita.
Vuelvo al principio, La invención de la carne es una película inexplicable. Porque nada de lo que se dice tiene sentido en sí mismo. Sólo viendo y principalmente sintiendo con el alma y con el cuerpo es que se puede llegar a comprender el significado profundo de esta película, de estos personajes que nos parecen extraños, alienados, pero que en realidad esconden en su esencia sentimientos y deseos que nos son comunes a todos.
La elección de los protagonistas es insuperable. Sus cuerpos y sus rostros son únicos, son la encarnación perfecta de la complejidad de este relato, es como si hubieran sido “creados” exclusivamente para esta película. Cada parte de sus físicos habla y cuenta mejor que las palabras todo aquello que con maestría Loza quiere comunicar.
Cuesta no volverse repetitivo cuando se habla de esta película, porque es imposible poner en palabras sensaciones tan íntimas, tan humanas y a la vez tan instintivas que nuestra razón no puede explicar. La invención de la carne es devastadora y a la vez maravillosa. Una obra de arte, un viaje al mundo de las sensaciones.