Dos personajes en la ruta del desamparo
La nueva película de Santiago Loza es árida y bella.
Hay que aclarar que La invención... es una película lacónica -por momentos, árida- realizada con absoluta libertad creativa y gran capacidad para la composición de planos por Santiago Loza, director de otros filmes con impronta experimental. El que haya visto Extraño, Cuatro mujeres descalzas,. Artico y/o Rosa Patria sabe que no puede ir al cine esperando una obra convencional de Loza.
La invención... se centra en un estudiante de medicina -gay más o menos reprimido- y una mujer, mayor que él, que entrega su cuerpo a prácticas hospitalarias. Ella, lo aclara una de las pocas veces que habla, no puede tener hijos. El, atormentado por causas que no se aclaran, está obsesionado con la idea de ser padre. Juntos, emprenden un viaje cargado de misterio y elementos surrealistas -como los de un sueño-, en el que conforman algo así como una alternativa a la idea tradicional de familia.
El director cordobés opta por una puesta en escena minuciosa, casi de entomólogo; planos muy plásticos, que parecen aludir a obras que van desde "El origen del mundo", de Courbet, hasta "La piedad", de Miguel Angel; y una fotografía fría, azulada o verdosa, estilo quirúrgica, que luego irá cedienco a una iluminación más cálida y natural. La música original, de Christian Basso, es dolorosa y bella. El trabajo sonoro, impecable.
Esta vez, no hay caras conocidas en los protagónicos. Sí buenas interpretaciones, contenidas, de dos actores que vienen del teatro: Diego Benedetto y Umbra Colombo. Los personajes de ambos cargan con una inexplicada angustia existencial, un desamparo que no se reconstruye en flashbacks. Cruzados por elementos religiosos, tienen sexo fugaz con hombres: relaciones en las que predomina la frialdad, que más adelante será conjurada -en parte, sólo en parte- por cierto lirismo vinculado con la salida de ambos a otros mundos.
El relato, que apela a la elipsis, a la fragmentación, deja espacios a llenar por el espectador. O no: se puede optar por la contemplación, el imperio de los sentidos. Lo importante es tener en cuenta que se trata de un filme críptico, que refleja universos internos. Si no, se corre el riesgo de entrar en territorios desconocidos. Riesgo que, como artista, decidió tomar Loza.