Invocando adolescentes
Otra vez la casa embrujada, otra vez oscuros sucesos del pasado están relacionados con la presencia de fantasmas que azotarán a una nueva familia que, ilusa, se muda a la casona alejada de la ciudad en medio de la nada. Pero La invocación (Haunt, 2013) se diferencia en algo del cliché de este tipo de relatos -¿o no?- y es en la etapa pubert en la que se encuentran sus protagonistas adolescentes.
Todo comienza con una invocación, claro, de un hombre desesperado que escucha a sus seres queridos recién partidos al mas allá. Sucede que sus tres hijos (Mattew, Hilary y Kattie) fueron asesinados y siguen dando vueltas por los recovecos de su casa. El señor invocador pasa a mejor vida y la casa queda disponible –al igual que los fantasmas- para ser disfrutada por sus nuevos habitantes. Llega una familia con tres hijos (Evan, Sarah y Anita) de la misma edad que los difuntos. Si todavía no adivinaron, la cosa se repite.
Se sabe que el cine de terror es un género dirigido al público adolescente. El miedo viene a representar mediante monstruos, fantasmas o vampiros, temores de la edad juvenil. La invocación no sólo sabe esto sino que se ahorra un paso: sus protagonistas son directamente adolescentes. La historia se centra en Evan Asher (Harrison Gilbertson), el hijo de 18 años que entabla relaciones con su atormentada vecina Sam (Liana Liberato). Ella conoce el pasado de la casa y en ese juego de seducción con lo desconocido se cruzarán con la caja que invoca espíritus.
Acá empieza otra historia previsible, la de las apariciones fantasmales. Se alternan escenas “de susto” con escenas donde el espectador puede relajarse. Claro que para provocar el sobresalto en la butaca el suspenso tiene que estar bien logrado y el fantasma, al menos, bien maquillado. Porque si los monstruos quedaron "truchos" se deberá tener mucho cuidado en montaje para mostrarlos la menor cantidad de segundos posibles en escena. Sino el susto se vuelve gracia, lo que aquí pasa.
La invocación es de las tantas películas de terror que se hacen a granel, y lo peor es que no pretende ser nunca otra cosa. Hay resolución fácil y mal empleada, como si no se temiera caer en la clase B del género. Tal vez ese sea su objetivo, con el que el film parece sentirse a gusto.