El primer largo de ficción de Mac Carter guionado por Andrew Barrer, cuenta las desventuras de Evan Asher (Harrison Gilbertson) y Sam (Liana Liberato), dos adolescentes enamorados que exploran una casa embrujada.
Si fuera profesora de colegio y mi materia fuera “Terror 101” mandaría a los alumnos Carter y Barrer a Marzo: chicos, la película NO asusta. La Invocación es una película insubstancial, insulsa, insípida, sosa, etc, etc, etc.
Parece como que a Mac le dio paja hacer la tarea y la filmó para zafar la nota. Lo que le falta, además de onda, es justamente esa ausencia, ese trabajo del fuera de campo, esa omisión tan presente en las películas de terror que le permiten al espectador generar expectativas y fantasías, elementales para que estés atento y que te cagues, aunque sea un poquito. Acá lo que no nos cuenta el prólogo, nos lo dice en off la ex propietaria de esta casa acechada por fantasmas, Janet Morelo (Jacki Weaver), o lo vemos a través de unos flashbacks lisérgicos muy fuleros.
La Invocación es una película insubstancial, insulsa, insípida y sosa.
De La Invocación no podemos esperar más que un par de sobresaltos (posta, tipo 2). Es una película que no tiene nada de original, nada de excitante; suspenso, ¿qué es eso?; misterio, ¿say what?; sexo, ¡Dios me libre y me guarde!, los protagonistas son los adolescentes menos cachondos que vi en mi vida; ¿morbo, sangre, crueldad perversión?, casi que niente. Los que sí se pueden llevar algún mérito acá son el director de fotografía y los señores (o Sras.) que diseñaron a los fantasmas. Sin embargo, cuando hablamos de terror, no nos alcanza con un cuco y una buena imagen; necesitamos contenido, que alguien se ponga la gorra y dirija la batuta.