El gabinete del director Scorsese
Si este ítaloamericano fuera argento, la realidad distorsionada no hubiera sido producto de una mente alocada sino de los medios de comunicación, el gobierno o el INDEC. Desconocedor del puterío, Scorsese prefiere contar la historia del cada vez menos lúcido Teddy Daniels, alguacil encargado de encontrar una peligrosa mujer que se evaporó estando recluida en un psiquiátrico situado en una isla.
Introducirnos de la mano de este director en la mente trastornada del personaje implica vivenciar la sensación de angustia y opresión sugerida por una atmósfera amenazante de paisajes nublados y oscuros, un mar tempestuoso, una tormenta siniestra, interiores asfixiantes y el encierro en una isla.
Tanto por cuestiones temáticas como estéticas, esta película retoma muchos de los preceptos del expresionismo alemán. El énfasis en la subjetividad, el uso de la luz como elemento constructivo, la figura del monstruo y la adecuación del espacio escénico al estado mental de Teddy -la luz, el decorado y el vestuario varían según la inestabilidad del personaje -, además de puntos de giro y vueltas de tuerca recuerdan a El gabinete del doctor Caligari.
Jugando en la delgada línea que separa la locura de la cordura, la percepción de la realidad y el punto de vista se tornan temas capitales en esta película. Se trata de ver a través de los ojos del loco y la imagen que vemos refleja su subjetividad. Así, haciendo uso de la narración subjetiva, el manicomio y toda la isla enuncian lo oscuro y laberíntico de la mente del protagonista.
¿Se puede vivir con las consecuencias de haber matado? Para contestar esa pregunta, La isla… indaga en las heridas internas del personaje, en la violencia de los campos de concentración nazis y los criminales procedimientos psiquiátricos y la ética de cada uno de los involucrados. Vivir como un monstruo -existir sin culpas y convertirse en el sonámbulo asesino del Dr. Caligari- o morir como un hombre bueno parece ser el dilema.
La isla… además de ser una buena historia y muy bien narrada, cuenta con lo mejor de la poética de Scorsese y una soberbia actuación de Leonardo DiCaprio.